Señor director de la Academia Mexicana de la Lengua, don Jaime Labastida Ochoa; señoras y señores, miembros de la Academia Mexicana de la Lengua:
El castellano, antecedente de nuestra lengua española actual, llegó a las playas de Veracruz y Yucatán junto con las otras armas de los conquistadores en 1521. A nuestros pueblos derrotados, habitantes del actual territorio mexicano, les fue impuesta el habla del triunfador. Durante los siglos XVII y XVIII nuevos pueblos indios fueron sometidos por la espada y la pólvora y también debieron aprender la lengua del Rey.
En los amplios territorios conquistados se hablaban idiomas diversos, agrupados en familias lingüísticas. Los frailes predicadores de la nueva fe, humanistas destacados, sabían la importancia de estas lenguas para diseminar sus principios religiosos. En Tlatelolco y Michoacán instituyeron centros de estudio de los idiomas en que los pueblos indios se expresaban. Los jóvenes estudiantes mexicanos y los viejos sabios acercaban a los frailes la grandeza de su lengua en el Calmecac. Y, a su vez, aprendían de los frailes el castellano y el latín.
Fray Jerónimo de Mendieta se refiere a la lengua náhuatl de esta manera: “Y puedo con verdad afirmar que la mexicana no es menos galana y curiosa que la latina, y aun pienso que más artizada en composición y derivación de vocablos y en metáforas”. Por estas galanuras del habla mexicana, la traducción de la más alta poesía náhuatl ha llegado al español con gran precisión y belleza en las versiones iniciales de fray Bernardino de Sahagún y las recientes versiones de Ángel María Garibay K., y las debidas a nuestro ilustre doctor don Miguel León Portilla.
En 1536, quince años después de la caída del imperio azteca, los frailes franciscanos habían fundado el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco con la protección del emperador Carlos V. Ese mismo año, el castellano, lengua de una nación, se convirtió en el español, lengua de dimensiones europeas, según nos enseña Manuel Alvar, autor del libro Del castellano al español. Alvar enfatiza la importancia de este momento histórico en el que el emperador Carlos V eligió la lengua española para hablar en Roma, ante la Corte Pontificia, en presencia de los embajadores de varios países europeos. Allí afirmó: “Mi lengua española es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana”. Esa es la lengua española que se difundió en América, adoptando en el tiempo y en la geografía formas y giros que integran regiones de habla homogéneas. Lo mismo que se alcanzaba en Tlatelolco con el náhuatl se lograba en Michoacán con el purépecha. Mientras más territorios eran sometidos, nuevas lenguas eran estudiadas por los frailes para llevar la palabra de su fe a los pueblos derrotados.
Para nosotros, pueblos de Mesoamérica, revisten una gran importancia los estudios realizados en el siglo XVI por el dominico fray Domingo de Ara —muerto en 1572—, autor del Ars tzeldaica y vocabulario en lengua tzeldal, según el orden de Copanaguastla. Hoy tenemos la edición de Mario Humberto Ruz con el título de Vocabulario en lengua tzeldal según el orden de Copanabastla, publicado por la UNAM en 1986. Esto se repetía a lo ancho del Nuevo Mundo. Si en México sobrevivían el náhuatl, el purépecha, el zapoteca, el otomí, el maya y sus dialectos, en América del Sur resistían y eran estudiados el quechua, el guaraní. Elio Antonio de Nebrija partió del latín para cimentar la gramática del romance. Desconocía que, en esos mismos días, Cristóbal Colón estaba llegando a un mundo nuevo y que la lengua castellana habría de expandirse notablemente. El aporte de Nebrija es fundamental para la cohesión de la lengua castellana en tan vastos territorios. Pero sabemos que el castellano no era la única lengua en España. Y no aludo al vasco. Me refiero a las lenguas romances, hijas del latín.
Al cimentarse la conquista de América, los puertos sevillanos se convirtieron en puntos de concentración para aquellos que deseaban explorar y explotar los nuevos territorios. Venían de toda España con sus diferencias lingüísticas y dialectales. En los puertos había que esperar largos meses, tal vez más de un año, un sitio en el barco. Larga y complicada era la travesía, de ida y vuelta. Y la demanda era grande comparada con la escasa oferta. Entretanto la lengua castellana se enriquecía con dialectos múltiples, especialmente los giros andaluces. El idioma que hablan los migrantes, al bajar de los barcos en los territorios del Nuevo Mundo, ya no es exactamente el habla de Castilla. Es necesario hablar de algo nuevo: el español. Así como Elio Antonio de Nebrija partió del latín para cimentar la gramática del romance, los misioneros partieron de Nebrija para cimentar el estudio de las lenguas americanas.
Los lingüistas indican que en nuestros días, en todo el planeta, se hablan un poco más de tres mil idiomas. México figura entre los ocho países donde más lenguas se hablan. Aquí se integran once familias de idiomas, con 68 agrupaciones y 364 variantes lingüísticas. Si cada vez que una lengua desaparece del mundo somos más pobres como seres humanos, cuando una lengua mexicana está en peligro de desaparecer, nos enfrentamos a un desastre de nuestra cultura nacional. En México tenemos la fortuna de contar con lenguas poderosas, con cientos de millares de hablantes, como ocurre con las lenguas mayas de Yucatán, Campeche y Chiapas; por su parte el náhuatl está viviendo un momento de reconquista territorial, como el zapoteco de Oaxaca. Pero es altamente preocupante lo que ocurre con idiomas muy disminuidos en hablantes, tal es el caso de Baja California, donde amenaza el riesgo de silencio en poco tiempo al idioma pai pai y otras lenguas hermanas. En mayor o menor medida, todas las lenguas autóctonas influyen regionalmente en el español de México, es notable, por ejemplo, el aporte de la lengua náhuatl. Y muchos idiomas han hecho suyas palabras del náhuatl, sobre todo las referidas a aquellos alimentos que son nuestra aportación al mundo como tomate, cacao, chocolate, aguacate. No deja de asombrarme el préstamo lingüístico que se originó con la deliciosa fruta de origen americano que muchos mexicanos llamamos mamey, en náhuatl zapote. La palabra mamey proviene de un idioma caribeño. ¿Cómo ocurrió, entonces, que en Cuba, la mayor de las islas Antillas, esta fruta se nombre zapote, en náhuatl, y en gran parte de nuestro territorio la conozcamos con la palabra caribeña mamey?
Otra cuestión que despierta mi interés en relación con los juegos lingüísticos es cómo en nuestras sociedades campesinas de Chiapas son absolutamente indiferentes a los “albures”. Don Patrick Johansson K., miembro de esta academia, lingüista estudioso del náhuatl, explica que el carácter polisintético y derivacional de la lengua mexicana, así como la efervescencia semántica que genera, la hacen idónea para la poesía y para las escaramuzas verbales que son los albures. Su apreciación explica que los migrantes internos entendemos el albur al vivir en la ciudad de México. Cuando llegaban las pobrísimas carpas ambulantes de espectáculos a la ferias de las ciudades de Chiapas, y un par de cómicos emprendían duelos a mandobles de albures, no se escuchaban risas entre el público.
Al principio de la segunda mitad del siglo XX, en 1954, el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, destacado antropólogo, fundó en San Cristóbal de las Casas el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil del Instituto Nacional Indigenista que habría de convertirse en la vanguardia nacional para el estudio de las culturas mexicanas. Invitó a trabajar con él a destacadas personalidades intelectuales: la escritora Rosario Castellanos, el lingüista Carlo Antonio Castro, el director de teatro Marco Antonio Montero y el pintor Carlos Jurado. Con la participación de todos ellos se creó el Teatro Petul, espectáculo de guiñol hablado en tzeltal y en tzotzil. Rosario Castellanos escribía los textos, Carlo Antonio Castro los traducía a las dos lenguas indias, Marco Antonio Montero dirigía el espectáculo con los actores indios que manipulaban los muñecos y Carlos Jurado diseñaba las publicaciones bilingües como Xcoplal te Mexicolum, La palabra de México. Los temas que desarrollaba el teatro Petul eran didácticos: la protección de la salud, la higiene, la lucha contra los acaparadores de mercancías y consejos sobre la organización social. Estas enseñanzas llegaban a la comunidad en boca de Petul, el personaje protagónico. Petul, en tzeltal, es Pedro. El lingüista Carlo Antonio Castro Guevara, nacido en la República de El Salvador, elaboraba por aquellos días la primera gramática moderna del tzeltal. Años después, cuando el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán fue elegido rector de la Universidad Veracruzana invitó a trabajar con él a sus antiguos colaboradores de San Cristóbal de las Casas. Únicamente Rosario Castellanos no acudió. Tenía compromisos previos con la UNAM. Aunque se hizo presente al dar para su publicación, en 1959, su libro Al pie de la letra en la legendaria colección Ficción de la Universidad Veracruzana, creada y dirigida por el narrador Sergio Galindo hace cincuenta y tres años. Carlo Antonio Castro, como maestro de la Escuela de Antropología, continuó sus estudios sobre lenguas mexicanas. Recuerdo que para los años sesenta dominaba, entre vivas y muertas, veintidós lenguas. Regularmente publicaba ensayos en diversas colecciones de esa universidad y en la revista La palabra y el hombre. Sus estudios sobre la enseñanza de las lenguas tzeltal y tzotzil son obras clásicas de la lingüística mexicana: Hablemos en tzeltal,Guía de castellanización oral para indígenas tzeltales (1956), Cuentos populares tzeltales (1957), Los hombres verdaderos (1959), Narraciones tzeltales de Chiapas(1959). Algunos sirvieron de modelo para la enseñanza de otras lenguas indias, como el quiché y el maya. A su muerte, en 2010, era un monumento indispensable en la antropología mexicana.
Con el paso de los siglos, junto a los idiomas autóctonos, se fue gestando una lengua española con aportes, giros locales o arcaísmos que se integraron al habla y son fácilmente detectables. El uso del pronombre vosen lugar del usted o el tú, conocido como el voseo, es una herencia del español de los siglos XVI y XVII. Ocupa un enorme territorio enmarcado entre Chiapas, al norte, y Argentina, al sur. Con excepción de Panamá, toda Centroamérica —Chiapas incluido—: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina comparten el voseo. A diferencia de estos países, donde el uso del mismo es mayoritario, en México solamente la población de Chiapas lo acostumbra como feliz legado de su larga pertenencia a la Capitanía General de Guatemala. Esta soledad en el voseo la convierte en un elemento cultural extraño a la pretendida unidad nacional y ha desencadenado diversas campañas en su contra, buscando consciente o inconscientemente su eliminación. Cuando mi generación estudiaba la escuela primaria, nuestros maestros nos prohibían hablar de vos y erradicaban también la conjugación de los verbos acorde a este uso: vení, andá, decime, fijate, etcétera. La rigidez de nuestros maestros para combatir el habla popular terminaba al traspasar las puertas de la escuela. A partir de ahí conversábamos en nuestro lenguaje chiapaneco. En la época de la Revolución, las tropas norteñas de Venustiano Carranza o, como popularmente se les llamaba en mi tierra, los de la nación carrancista, se sorprendieron tanto de nuestro español que implementaron una campaña de corrección del idioma a través de la Dirección General de Instrucción Pública. El 7 de agosto de 1915, un señor Cal y Mayor envía únicamente con su rúbrica una circular a los directores de las escuelas primarias del estado, donde instruye lo siguiente:
"Existe actualmente en el estado una degeneración muy marcada en el idioma nacional, no sólo por la pobreza extraordinaria del lenguaje, sino también por el deplorable número de voces y construcciones incorrectas, de las cuales cabe mencionar las que constan en la lista que sigue:
Voces y construcciones incorrectas |
Voces y construcciones correctas |
Comé |
Come |
Callá |
Cállate |
Miralo |
Míralo |
Andá |
Anda |
Andate |
Anda |
Vení |
Ven |
Venite |
Vente |
Vos |
Tú o usted |
Vení vos |
Ven o venga usted |
Traelo |
Tráelo |
Caúsa |
Causa |
Isaúra |
Isaura |
Aligerate |
Aligérate |
Virgüela |
Viruela |
Virgüeliento |
Virolento |
Suedra |
Suegra |
Sencío |
Sencillo |
Pedacío |
Pedacillo |
Aparente |
Apropiado o adecuado |
Ojala |
Ojalá |
Quién sos vos |
Quien eres o quién es usted |
Yo no me gusta |
A mí no me agrada |
Oílo vos |
Óyelo o dígalo |
Me duele mi estómago |
Me duele el estómago |
Yo tengo un mi rancho |
Yo tengo un rancho |
Adió |
¡Cómo! o ¿Es posible? |
En tal virtud, esta Dirección General, celosa de hacer cada vez más efectiva la educación popular y considerando que la escuela es el medio más eficaz para corregir los vicios del lenguaje antes mencionados, se permite recomendar a usted y a los ayudantes de la escuela a su cargo acaten estrictamente los programas vigentes de lengua nacional y observen que en toda enseñanza, tanto en las clases como fuera de ellas, se procure corregir las voces y construcciones viciosas anotadas. Sírvase acusar recibo de enterado".
En contraste con esta actitud, don Daniel A. Zepeda, nacido en 1856 y muerto en 1941, ilustre abogado y escritor notable, autor de un célebre cuento titulado “El caballo de la molendera”, contenido en su libro Cuentos regionales del estado de Chiapas, recomienda el uso de nuestra habla popular para elevarla a rango literario.
Un cuarto de siglo después, una serie de escritores chiapanecos o ligados a Chiapas por necesidades propias a su temática usan el español coloquial de la región en una serie de libros que generaría el interés del investigador estadounidense de literatura hispanoamericana, el doctor Joseph Sommers. En Cuadernos americanos, el mencionado estudioso publicó “El ciclo de Chiapas: Nueva corriente literaria”. En él se refiere a cinco escritores: Ricardo Pozas, Ramón Rubín, Carlo Antonio Castro, María Lombardo de Caso, Rosario Castellanos y quien esto escribe. Autores todos que tomamos como personajes de nuestros relatos a los indios de Chiapas. Joseph Sommers resalta la diferencia entre los autores que eligieron a sus personajes indios como tema antropológico y los que nos movemos en el terreno exclusivamente literario:
Nacidos los dos en Chiapas, han desarrollado estas nuevas posibilidades en una expresión literaria acabada. Estos autores, guiados por una filosofía artística madura, han superado el nivel de propaganda en su proceso creativo […]. Las obras discutidas corren parejas con el movimiento para incorporar en la novelística nacional el énfasis universal de posguerra sobre la angustia humana, los fracasos de la sociedad, el ocaso de la antes indiscutida regla del progreso inevitable […]. Las obras citadas están exentas, en general, de propaganda pero copiosamente dotadas de ideas.
Puedo agregar que ambos nos apoyamos en el español singular en el que se expresan ciertos chiapanecos sin tratar de retratarlo. Emmanuel Carballo dice al respecto a mi primer libro: “Un lenguaje que, en apariencia, es el que habla determinado grupo indígena y que, en realidad, solo es real en sus cuentos”. Me permito recordar que escribí Benzulul a los veinte años de edad, cuando vivía en San Cristóbal de las Casas, lugar en el que coincidimos varios de los autores que Sommers estudia y puedo afirmar que fuimos testigos del florecimiento de la nueva antropología social mexicana.
La vigencia literaria de la visión de Sommers permanece aunque la visión histórica de los indios ha cambiado. Se ha hecho presente de otra manera. El acierto del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue mostrar, ante México y el mundo, la miseria en que todavía viven los indios de Chiapas. A partir del movimiento de 1994 se han logrado muchos avances. El nivel de escolaridad sigue siendo el más bajo del país pero, al mismo tiempo, en muchas áreas de los estudios universitarios y tecnológicos está presente un indio. Y hay un surgimiento de escritores en sus propias lenguas, que se agrupan y trazan sus territorios. Los hablantes más numerosos son de origen maya, se ubican en el norte de Chiapas, desde Palenque hasta Pichucalco y bajan hacia el sur buscando la frontera con Guatemala, por donde llegaron muchos de ellos rumbo a la región de Los Altos: los choles, tojolabales y los grandes núcleos tzeltales y tzotziles que rodean San Cristóbal de las Casas. En el centro y el oeste del estado habitan los zoques que, junto con los mixes, fueron los dos pueblos originarios, lingüísticamente unificados al principio para después desarrollarse como lenguas independientes. Estrechamente relacionados con los zoques y mixes, los olmecas partieron del Soconusco a los territorios veracruzanos y tabasqueños donde habrían de fundar la cultura madre de Mesoamérica. Al centro del estado llegaron, mucho después, los chiapas que desplazaron a los zoques de esa zona y se apropiaron de sus ciudades. Venían del sur, en una migración atípica hacia el norte. Era un regreso del actual territorio de Nicaragua a donde llegaron y se asentaron varios siglos antes, en una peregrinación iniciada en Oaxaca. El último hablante de la lengua chiapaneca desaparecida fue una anciana que murió a finales del siglo XIX.
El español de Chiapas muestra en el centro del estado diferencias dialectales afincadas en el voseo, un núcleo con evidentes herencias del idioma de los chiapas en la actual Chiapa de Corzo y los territorios de La Frailesca y Suchiapa, sus principales zonas de influencia. El español que desarrolló la comunidad zoque permanece en Tuxtla Gutiérrez, Copoya, Ocozocuautla, Jiquipilas y Cintalapa. Arriaga Tonalá y otros poblados de la costa reciben influencia del habla zapoteca del Istmo de Tehuantepec. La región central de San Cristóbal de las Casas, la antigua capital de Chiapas, fue el núcleo del habla española. Allí se asentó la mayoría de los peninsulares y sus descendientes, fue centro cultural del territorio lingüístico con presencia tzotzil en cierto vocabulario informal. En Comitán, al extremo oriente del estado, limítrofe con Guatemala, el tojolabal tiene presencia en el español de la zona. En estas cinco regiones se mantiene el voseo y la relación cultural con Guatemala sigue siendo muy rica. En el Soconusco, la costa sureste del estado, el voseo ha sido casi eliminado. Sin embargo, hasta hoy subsiste, aunque en forma mermada, en la región central: en las áreas mencionadas de Chiapa de Corzo y el valle de La Frailesca; Tuxtla Gutiérrez y sus alrededores, junto a los municipios vecinos de Berriozábal y Ocozocuautla; Cintalapa y Jiquipilas; en la costa en los municipios de Arriaga y Tonalá. En la zona de Los Altos, San Cristóbal de las Casas y en la frontera con Guatemala, Comitán.
Según viejas opiniones, el peor español se habla en Chiapa de Corzo, en el valle de La Frailesca con sus dos ciudades principales, Villa Flores y Villa Corzo, y la región de Suchiapa. Construido sobre la estructura del idioma de los chiapas que, como antes mencioné, trajeron su lengua desde Nicaragua; con el mal uso del plural que, según lingüistas, el idioma chiapaneco no tenía. Aquí se forma poniendo el artículo en plural y el sustantivo en singular: “los perro”, “los gato”, “los niño”, “las niña”. No se comen la s. Simplemente no existe. Y desde luego tienen un rico vocabulario regional. Y en los últimos quince años ha ocurrido un interesante fenómeno cultural. Los primeros profesionistas de La Frailesca estudiaron en la ciudad de México, en la UNAM o en el Politécnico. Muchos de ellos se quedaban a vivir en la capital u otras grandes ciudades donde encontraron fuentes de trabajo. Pero las generaciones posteriores de profesionistas graduados, que ahora rondan los cincuenta y sesenta años, regresaron a su región natal. Desde jóvenes, al verse lejos de su comunidad, se reunían para coleccionar dichos, anécdotas, narraciones orales, juegos de palabras y su significado. El vocabulario inicial de estas compilaciones era al principio muy incipiente. Años más tarde fundaron la Rial Academia de la Lengua Frailescana, sí, escucharon bien, dije Rial, que es como pronuncian la palabra real. Iniciaron la compilación de un diccionario que da a conocer sus nuevas ediciones el primer sábado de enero de cada año. Se reúnen en Villa Flores, la ciudad más importante de La Frailesca, para informar al público no académico los avances de sus compilaciones. A quince años de su fundación, la academia ha impreso varias ediciones de su diccionario que ahora viene acompañado de narraciones espléndidas o, más bien, de transcripciones de relatos orales. La reunión anual se ha convertido en un acto social y cultural de gran importancia para la región. Asisten más de mil quinientas personas a escuchar los relatos, los cuentos, mientras disfrutan de una comida que se sirve en más de doscientas mesas perfectamente vestidas y adornadas. Comparten el gozo de escuchar en el lenguaje regional las anécdotas de sus personajes populares. Los académicos son abogados, ingenieros, médicos, rancheros, técnicos, comerciantes y de otros muchos oficios. El universo de esta agrupación es el relato oral. Algunos de ellos han recogido sus relatos y han publicado libros que no alcanzan a transmitir la gracia de la oralidad. La mayoría de ellos no tiene el interés o la disciplina para asumirse como escritores. Gil Zepeda, licenciado en Economía, autonombrado “el poeta de lo breve” editó un pequeño libro que tituló: Metete pué o seguite metiendo, en busca del humor socarrón, como su poema sobre el tiempo.
El tiempo sin ti,
sería empo.
Dos de los más creativos contadores de anécdotas de esta agrupación publicaron sus narraciones: el médico veterinario Enrique Orozco González en un libro titulado Chumul de cuentos, y Roberto Juan, odontólogo de origen chino, en el volumen Cuentos de teneme aquí. Sin embargo, la gracia de estos autores es mayor en sus breves relatos orales. El Diccionario de la Rial ha recogido conceptos que son patrimonio popular. En Chiapas y en el Istmo de Tehuantepec compartimos la palabra mampo que significa homosexual. En el Diccionario de la Rial existen muchas entradas con este concepto. Elijo dos:
Gay: Mampo de la familia.
Puto: Mampo de otra familia.
A los encuentros anuales de la Rial han sido invitadas diversas personalidades de la cultura nacional como Federico Reyes Heroles y su esposa, la doctora en Historia, Beatriz Scharrer; el doctor Eduardo Casar y la escritora Alma Velasco; el doctor Hugo Hiriart, el maestro Víctor de la Cruz, el licenciado Edgardo Bermejo, director de Relaciones Internacionales del Conaculta; la periodista Pilar Jiménez Trejo, el lingüista Rafael Molina Pulgar y la poeta Claudia Hernández del Valle-Arizpe.
En noviembre de 2011 el presidente de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, licenciado don Antonio Macías Yasegey, se entrevistó con don Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua para invitarlo, junto con otros miembros de esta academia, a la reunión de 2012; y se sentaron las bases para futuras actividades en común. Por motivos de salud don Jaime Labastida no pudo asistir al encuentro en Villa Flores, pero acudieron don Felipe Garrido, don Fausto Zerón-Medina, don Víctor de la Cruz y quien esto escribe.
Se propusieron en este encuentro dos grandes reuniones de trabajo en Chiapas que convocará la Academia Mexicana de la Lengua. Los temas de estas reuniones serán el estudio de los idiomas indios que se hablan en el estado, en colaboración con el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (INALI), y un encuentro analítico de los seis grupos de hablantes del español regional en Chiapas, mismos que mencioné anteriormente, con la colaboración de la Rial Academia de la Lengua Frailescana y las instituciones culturales y académicas del estado. Participarán también representantes y analistas del español del Istmo de Tehuantepec con su basamento zapoteca y una delegación de La Academia de la Lengua de Guatemala, con el análisis de su español edificado sobre la herencia maya. Se propone que el encuentro de las lenguas indias lleve el nombre del antropólogo Carlo Antonio Castro; y, el del español regional, el del poeta Enoch Cansino Casahonda, este último mi antecesor en este organismo. Ambos autores han fallecido.
Esta noche he trazado, a grandes rasgos, la ruta que tomó el español en su camino secular sobre nuestras tierras, el llamado Nuevo Mundo. Tiene más de cinco siglos de haber descendido de los barcos junto con los conquistadores como arma de dominación. En el amplio territorio de América se expandió como lengua del imperio y mantuvo su cohesión gracias a Elio Antonio de Nebrija. Lejos de ser menguado por las diferencias regionales, estas lo enriquecieron, de ahí su grandeza y renovación. Mientras que el humanismo de los misioneros y la resistencia de los indios transformaron al español, de arma de sumisión en instrumento para el arte, la ciencia y la concordia.
Muchas gracias.
Don Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua;
señoras y señores académicos;
muy querido y admirado don Eraclio Zepeda y amigos que esta noche lo acompañan.
En nombre de nuestra Academia, privilegio y compromiso es dar la bienvenida unánime a la persona de don Eraclio Zepeda. Ser invitado por él a cumplir esta misión se debe a una generosidad conocida por el cariño y la adhesión de quienes ocupan esta sala, así como de la más vasta república que, andando el tiempo, él ha sabido hacer suya como nadie. Sirvan de epígrafe a estas palabras las pronunciadas por Tata Juan, una de las voces por Eraclio conjuradas y a las cuales ha sabido mantenerse fiel: “Quien dice verdá tiene la boca fresca como si masticara hojitas de hierbabuena, y tiene los dientes limpios, blancos, porque no hay lodo en su corazón”.
Del niño que a los diez años de edad publicaba el periódico Alma infantil al orgulloso padre de Masha y abuelo de Milena, ambas nacidas entre la magia y la creación, han ocurrido infinidad de viajes, descubrimientos y tareas. En esencia, Eraclio sigue siendo el niño travieso, ingenioso y sabio, con sonrisa y respuesta para todo. Tempranamente y de manera simultánea descubrió su pasión por las letras y su inconformidad ante la injusticia. Con igual vehemencia lo conquistó el amor en la luminosa Elva, compañera inseparable de todos sus combates. Al lado de poetas hermanos por elección de La espiga amotinada, su juventud vivió cambios trascendentes de la historia; quiso y logró estar en su primera fila: fue testigo y actor de las grandes utopías formuladas por las revoluciones en Rusia, China y Cuba, donde manifestó sus cualidades de militante, maestro y comunicador hipnótico; cuando se lo ha exigido México, ha ocupado cargos de responsabilidad pública y ha enfrentado asperezas de quienes no recuerdan, con la frecuencia e intensidad debidas, una frase lapidaria de José Martí: “Quienes no tienen el valor de sacrificarse, han de tener al menos el pudor de callarse ante los que se sacrifican”.
La suma de pasiones y virtudes encarnadas en Eraclio Zepeda ingresa esta noche de manera formal a la Academia Mexicana de la Lengua. Lo hace como miembro correspondiente en el estado de Chiapas, esa patria a la que sólo por convención llamamos chica, y a la cual ha consagrado su energía, su talento, su lealtad. Chiapas, su lejanía geográfica tan proclive al desdén y al olvido centralistas; sus contradicciones sociales; su riqueza de climas y paisajes; su tragedia cotidiana, su invencible alegría, su lenta incorporación al concierto nacional han sido eje de las preocupaciones de nuestro nuevo integrante. Su biblioteca personal se ha ido centrando cada vez más en su estado natal y puede afirmarse, sin hipérbole, que es una de las más completas que existen y a la cual acudimos en busca del dato o el tema que él ofrece con desprendimiento inmediato. Quien esto escribe no hubiera entendido cabalmente la figura de Belisario Domínguez, claro varón de Comitán, de no haber sido por obras consultadas en la biblioteca eráclita; si ese senador impar fue un héroe civil, como el propio Eraclio lo dice en su prólogo a palabras belisarias —que bien pueden ser consideradas una nueva oración sobre la dignidad del hombre—, es porque Eraclio Zepeda ha dedicado su existencia a merecer un calificativo semejante. Excepcional individuo de la polis, ha alcanzado tal categoría por ser, de manera natural, noble y leal, una ciudad en sí mismo, luminoso, acogedor, generativo, lleno de sorpresas y de abismos. Llegar a ese sitio significa una larga y asimilada peregrinación interior. De ahí que, desde el año 1965, el joven poeta incluyera su libroRelación de travesía en el volumen colectivo Ocupación de la palabra, uno de cuyos fragmentos sintetiza sus andares físicos y espirituales por el mundo:
Cuando decimos
capitales, grandes construcciones,
estamos nombrando solo el corazón cautivo
de los muertos,
el terror prolongado en las jornadas,
el esfuerzo plural de los esclavos,
la sed apuñalada por la fiebre,
las canciones olvidadas en la piedra.
No puedo recordar si fue en una entrevista o en una conversación informal donde me quedó grabada su sabiduría, sencilla y eterna como las piedras: hay tiempo para hacer de los años verdes una rebelión incesante; tiempo para andar a caballo y asimilar, sobre sus ancas, el lenguaje de la naturaleza, con esos múltiples matices que solo revela a sus iniciados; tiempo para aprender las rutas que los aviones siguen en el cielo, como si el volador fuera un pantógrafo que copiara, mágicamente reducido, el planeta azul; tiempo para escribir, el más preciado y difícil de obtener. En los últimos años, Eraclio Zepeda ha sabido utilizar ese espacio bien ganado para escribir su tetralogía narrativa, esa summa chiapaneca donde a partir de los cuatro elementos el autor rinde homenaje a las historias y a la Historia que su experiencia ha recopilado en sus largas, fecundas travesías.
Eraclio Zepeda ingresa a la Academia este 23 de agosto de 2012, pero lo había hecho, sin saberlo, desde antes, cuando a los 22 años publicó un libro que nació clásico, Benzulul, cuentos que ya prefiguran a un escritor donde se dan la mano la visión del antropólogo y el poeta de oído irreprochable. En el discurso que hemos escuchado, su autor se confiesa “testigo del renacimiento de la antropología mexicana”. Si la aspiración de la Academia es el amor por la lengua, su cultivo y exploración sistemáticas, la posibilidad de forjar, como exige mi maestro Élmer Mendoza, una línea que nadie haya escrito antes, los relatos del joven Zepeda demuestran un envidiable dominio verbal aliado a una cosmogonía interior que condiciona el destino fatal de sus personajes. Los trabajos y los días de Juan Rodríguez, el Caguamo, Neófito Guerra o Patrocinio Tipá quedan fijados en el cielo de nuestra imaginación pero, al mismo tiempo, son la suma de todos los sin nombre cuyo testimonio el gran Eraclio ha pepenado —es palabra suya— en los caminos. Los sonidos del paisaje y sus habitantes en apariencia invisibles; la profundidad psicológica de sus voces y, sobre todo, el dominio del habla propia de Chiapas, su verosimilitud y autenticidad en la obra narrativa, lo hicieron ingresar en la nómina de escritores que no envejecen y hacen del español una lengua caudalosa, enriquecida por sus innumerables, incontenibles afluentes.
Chiapas es invitado de honor en su discurso. Chiapas masculino e igualmente con sones de marimba. Para llegar al homenaje a la tierra que lo vio nacer, Eraclio Zepeda se remonta a tiempos en los que los venidos del otro lado del mar trajeron, entre otras armas, la lengua. Si ella conquistó a los habitantes originarios de estas tierras, el dominio que a través de los siglos hemos logrado de la que ha devenido en conquistada, la hace variada, noble y poderosa. No conforme con ser a través de su brillante orfebrería uno de nuestros autores imprescindibles, con el discurso que hemos escuchado, Eraclio Zepeda se pone al servicio de la lengua y de los necesarios y urgentes trabajos que demanda. Zepeda evoca la aventura del teatro guiñol Petul, hablado en tzeltal y tzotzil, con el cual sus integrantes demostraron que a través de muñecos es posible denunciar, formar y transformar. Mención especial merecen en su discurso el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán y el maestro Sergio Galindo, que supo llevar a la editorial de la Universidad Veracruzana a su mayor esplendor. Y, como una labor para el futuro inmediato, elogia los trabajos de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, prueba de que la herencia de voces e historias que navegan, invencibles, desde las venas de nuestros ancestros, enriquecen la lengua en que nos comunicamos y nunca la empobrecen, aunque así lo pensara el señor Cal y Mayor, funcionario cuyo nombre pareciera inventado por Eraclio. Por desgracia existió; por fortuna ya no se encuentra entre nosotros.
No acudo más al tiempo de ustedes, a ese nosotros urgido por abrazar a Eraclio Zepeda y en ese gesto celebrar un momento miliar en la fiesta de la lengua; compartir, en palabras suyas, “el vino y sus limpias potestades”. Al igual que don Pacífico Muñoz, cuando Eraclio Zepeda abandonaba apenas la pubertad, debe haberse dicho ante su implacable espejo: “Señoras y señores, voy a volar”, seguro de que la conquista incierta, pero siempre gloriosa, del espacio es el único antídoto contra el aburrimiento y la muerte en vida. Pero al contrario de don Chico, incapaz de volar por atender las demandas de sus prójimos, Eraclio Zepeda es un caso excepcional en nuestra república literaria. Sin dejar de escuchar al que se acerca a solicitarlo, aprendió a volar desde muy joven y nos ha enseñado a volar. Con ese aliento inicial y decidido han fructificado los afanes de su edad madura, firme y rotunda como ceiba. Para nuestra Academia, contar con su presencia es un estímulo mayor. Eraclio Zepeda, sé bienvenido a esta casa, ennoblecida por tu aire de permanente juventud, tu talento privilegiado, tu verbo que nunca se fatiga.
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