Refrán de principios del siglo XX que asienta, bajo el símbolo de un billete de veinte pesos a principios de ese siglo XX, que la juventud no dura para siempre. Se aplica a las situaciones catalogables como de derroche juvenil. Está estructurado en forma de una sentencia, en dos hemistiquios octosílabos, sin rima y en un ritmo trocaico dominante