Refrán popular originado en las luchas interétnicas tanto novohispanas como del siglo XIX, cuyo probable enunciador original es un mestizo, que expresa una total desconfianza hacia el indio y desprecio de él. "Da a entender, dice Rubio, que el indio cuando ofrece tanto como puede, es sólo por ver lo que pueda obtener, pero que nada hay que creer de sus ofrecimientos y nada debe concedérsele". Tiene rima consonante entre sus dos hemistiquios octosílabos.