Dicho ranchero que recomienda tomar en cuenta, más que a las otras, a la gallina cacaraquienta. Tiene la forma de un consejo. Hay rima consonante entre sus partes. El refrán supone, en efecto, que el cacareo es signo de que la gallina ha puesto. Se usa en sentido paremiológico para aconsejar que, si se quiere, sobre salir hay que hacer propaganda y difundir las cosas que uno hace. Porque en la vida real tiene vigencia el tópico aquello de que no es el más estimado quien mejor hace las cosas sino quien mejor sabe cacarearlas.