Refrán popular que expresa el consuelo que da el saber que la gente malvada no tenga a la mano tanto poder para dañar como quisiera para perjudicar a los demás. Se usa en enunciación exclamativa. Variantes: "Dios no dio alas a los alacranes" (F. 12); "Dios no les da alas a los animales ponzoñosos" (F. 90 y 116); "Dios no les puso alas a los alacranes" (F. 66 y 90).