Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
SABEMOS QUE LOS NUMERALES cardinales pueden ser, sintácticamente hablando, sustantivos (como en "me gusta ese dos", "más vale pájaro en mano que ciento volando") o adjetivos. Esto último sucede cuando se emplean como cómputo de los objetos que componen un conjunto (como en "dos hermanos", "veintitrés libros"). La gramática nos enseña que los cardinales, aunque a partir de dos rigen sustantivos plurales, masculinos o femeninos, no tienen ellos mismos morfemas ni de número ni de género.
        Hay empero excepciones a la regla anterior. Los adjetivos numerales cardinales uno(a) y los que designan las centenas, a partir de doscientos, tienen morfema de género. Creo que los hablantes no tenemos dificultad ni nos equivocamos en el empleo correcto de estos adjetivos numerales: un libro, una libreta, cuatrocientos golpes, seiscientas mesas.
        Hay empero casos en que se observa cierta vacilación en el empleo del morfema (masculino o femenino) de un(o)(a). Ello sucede cuando ese cardinal forma parte de otro numeral complejo del tipo de veintiún(a), treinta y un(a), etc. En un libro español de hace algunos años (Teleperversión de la lengua, de Enrique Fontanillo y María Isabel Riesco, Antropos, Barcelona, 1990), se anotan, como errores, las siguientes expresiones, recogidas de diversos medios de comunicación de España: "aquí donde lo ven con sus veintiún plantas", "en cada una de las cuarenta y un series", "doscientos treinta y un poblaciones", y señalan que debía haberse dicho, respectivamente, veintiuna, cuarenta y una, doscientas treinta y una.
        Por mi parte creo que se trata de un caso de concordancia en que los hablantes (e incluso los buenos escritores) actuales vacilan, en España y en América. Sin embargo, coincido con la Real Academia cuando en su Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (p. 241) hace ver que nos estamos todos decidiendo a emplear, como invariable, la forma masculina: "la práctica tradicional y más general consiste en emplear el masculino un cualquiera que sea el género del sustantivo: veintiún mil kilos; treinta y un mil toneladas". Se trata sin duda de un uso relativamente reciente; sin embargo debe reconocerse que está muy extendido, generalizado, podríamos decir con el Esbozo. Bien hace la Academia en no pronunciarse contra este empleo sancionado por el uso. Esa corporación, me parece, tiene la principal obligación de estar atenta a los cambios que en la lengua se van operando para que, cuando la mayor parte de los hablantes, como en este caso, se decida por tal o cual forma, aunque ésta vaya, aparentemente, contra la tradición, la recomiende o, al menos, la consigne en su Diccionario o en su Gramática. Escribí aparentemente porque creo que una lengua, ente vivo, está destinada a cambiar. Lo que sí iría contra la tradición lingüística es que permaneciera inmutable.
        Resultaría fácil mostrar cómo, en el libro citado, los autores, en otros varios puntos además del aquí explicado, se muestran más puristas que la Academia misma.

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