Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
El siguiente es un pasaje del texto Yo, el valedor, que escribió Tomás Mojarro en 1985:

"Vean a los negros durazos de los años abyectos, que al arrimo de la impunidad hurtaron fortunas que no podrían gastar así vivieran mil años. '¡A quemarlos vivos!', clama la multitud. 'Porque resultaron a cual más de sinvergüenzas, de ineptos, de innobles, de malnacidos, de cínicos'. A arrasar a los tales, a borrar sus rastros, a derramar sal sobre su memoria, y luego a sobrevivir. Porque a punta de iniquidades debilitaron a una nación; porque se vivieron ventoseando parteaguas históricos y destinos patrios cuando, acá entre telones, hipotecaban entre todos el territorio [...]"

        No he encontrado un texto más temprano donde aparezca la palabra parteaguas. Quizá sea ésta la época —algunos años antes, sin duda— en que ingresó la voz al español. Un año después, en 1986, aparece la novela de Héctor Aguilar Camín, Morir en el Golfo, a la que pertenecen las siguientes líneas:
 

"Pero el discurso de Salamanca fue el primer anuncio público de un freno a la desbocada proliferación de Pemex. Intelectuales y periodistas anotaron ese día como parteaguas del sexenio, el principio del fin del auge loco de Pemex, cuyo efecto sobre el conjunto de la economía y sobre las relaciones de México con el exterior inquietaba a la opinión pública y a parte del mismo gobierno."
 
        A partir de 1985 son muchos los impresos en que aparece la voz. Siempre en textos mexicanos. No he encontrado ningún parteaguas fuera del español mexicano. En un periódico colombiano (El País) de 1997 se lee la palabra, pero como cita entrecomillada de un político mexicano:

"En entrevista con Televisa, Cárdenas [...] agradeció al presidente Ernesto Zedillo el inmediato reconocimiento de su triunfo y dijo que tanto su actitud como la de los candidatos perdedores 'marca un parteaguas'."

        En el español mexicano actual la palabra parteaguas es, si no empleada, al menos sí reconocida por todo mundo. Hasta donde he podido averiguar, no se documenta ni explica en diccionario alguno, ni del español general, ni del español americano, ni del mexicano. Siempre se emplea, además, en sentido figurado. A varios informantes mexicanos de nivel cultural alto he preguntado de dónde creen que viene esta palabra. Los pocos que se atreven a arriesgar una opinión dicen que les parece que procede o bien del léxico de la arquitectura o bien del vocabulario agrícola. Sin embargo no se cuenta con ningún registro del vocablo empleado en sentido recto, ni en la arquitectura ni en textos agrícolas; siempre se usa figuradamente: un momento, un suceso, un personaje, que tiene tal importancia, que parece dividir, separar, lo anterior de lo siguiente, una especie de “hito”, en su sexta acepción (según el DRAE de 2001): “Persona o hecho clave y fundamental dentro de un ámbito o contexto”. Nótese que esta acepción de hito es también figurada, pues la voz, que procede de fictus, participio de figere (‘clavar, fijar’), significa, rectamente, “mojón o poste de piedra, por lo común labrada, que sirve para indicar la dirección o la distancia en los caminos o para delimitar terrenos”.
        En lingüística se llama calco semántico a la adopción de un significado extranjero para una palabra ya existente en una lengua: por ejemplo, ratón, en su acepción ‘aparato manual conectado a un ordenador’ es calco semántico del inglés mouse. Estrictamente, el sustantivo compuesto parteaguas, cuando es adoptada en el español mexicano, no es ciertamente una palabra “ya existente”. Sin embargo, su sentido recto (‘que parte las aguas’) se deduce fácilmente, porque las dos voces de que se compone (partir y aguas) son en efecto ya existentes. Por lo anterior, opino que parteaguas es un mexicanismo que tiene su origen en el calco semántico de una expresión inglesa. En inglés la frase water shed, formada por water (‘agua’) y to shed (‘derramar’), en su primera acepción, en sentido recto, significa: “high land separating river systems” (literalmente: ‘tierra alta que separa las partes del río’, es decir ‘vertiente’; system, en inglés, significa “group of parts working together”: ‘grupo de partes que trabajan juntas’). La que importa es sin embargo la segunda acepción de water shed, que es de sentido evidentemente figurado: “division between events which take different courses”: división entre (o de) eventos que toman diferentes direcciones.
        El mexicanismo parteaguas es un calco semántico de la frase inglesa water shed, o, si se prefiere, es la traducción literal de esa frase (water shed > parteaguas) dotada del sentido figurado que tiene en inglés (división de eventos que toman diferentes direcciones), aunque quizá con matizaciones particulares: no se trata, en español mexicano, propiamente de ‘división de eventos’ sino mejor de ‘ciertos eventos’ que, por su importancia y trascendencia, resultan claves para identificar, en el tiempo, un antes y un después del evento mismo. Son eventos que, a manera de hitos, marcan o señalan fronteras o líneas imaginarias que separan dos periodos, dos épocas, dos momentos.
        Hay anglicismos inconvenientes por innecesarios. Me parece sin embargo que parteaguas no es de ésos. Ignoro si, en los años venideros, tendrá éxito. Parece que sí; al menos lo tiene en el momento actual. Se trata, en mi opinión, de un anglicismo convertido en expresión precisa y útil, que, además, puede verse no simplemente como otros tantos anglicismos, en los que no se percibe aportación alguna de los que lo adoptan, sino, parcialmente al menos, como un producto de la innegable creatividad de los hispanohablantes mexicanos.

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