Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
TODOS SABEMOS QUE si bien la fonología y la sintaxis de una lengua, verdaderas estructuras esenciales, suelen cambiar muy paulatinamente, casi de modo imperceptible aunque constante, el léxico constituye el nivel más superficial, epidérmico podría decirse, del sistema lingüístico, por lo cual es explicable que tenga una evidente movilidad. Puede decirse, sin hipérbole, que las palabras nacen y mueren todos los días. Mientras algunas van dejando de usarse, van convirtiéndose en lo que conocemos como arcaísmos, otras muchas, de muy diversos orígenes y con muy variados mecanismos de formación, se van incorporando al acervo del vocabulario, y se les suele llamar neologismos.
        Por otra parte, es innecesario señalar que, así como cada vocablo tiene un origen genético en tal o cual lengua, también puede con frecuencia conocerse su origen geográfico. Así, es fácil averiguar que la voz yate tiene su génesis en el inglés, y probablemente en el inglés europeo (yacht) y no en el estadunidense, pues su incorporación al español es muy antigua. Sin embargo la mayoría de las nuevas voces se forman sobre la base de una palabra española, a la cual se le añade un sufijo o se le hace preceder de un prefijo (decir, predecir, predecible, predicción...).
        Varios estudiosos han señalado el carácter neotérico del español americano. Rafael Lapesa opina que aquí se nota "una actitud más abierta que en España al neologismo", y yo diría que, además, se da una admirable creatividad para la formación de vocablos nuevos. Me sorprende que el DRAE no dé cabida al hermoso y utilísimo mexicanismo ningunear (con su derivado ninguneo), y me extraña asimismo que no se haya extendido a otros ámbitos geográficos de la lengua española, pues a mi ver se trata de una voz no sólo perfectamente formada, de acuerdo con las reglas de derivación (se añade simplemente el sufijo verbal -ear al pronombre o adjetivo indefinido negativo ningún, ninguno), sino que además puede verse casi como necesaria, ya que de no emplearse hay necesidad de acudir a largas e inexactas perífrasis. Ningunear es hacer ninguno a alguien. La expresividad del vocablo es innegable; es enorme la cantidad de matices semánticos que pueden observarse en los variadísimos contextos y situaciones en que aparece; su frecuencia de uso entre los hablantes mexicanos es muy alta y pertenece a todos los niveles sociales. He aquí un ejemplo (entre muchos otros) de un neologismo o, si se quiere, de un dialectalismo feliz. El español mexicano, los hablantes mexicanos, generan a cada paso, con sorprendente naturalidad, vocablos destinados a permanecer. Muchos neologismos, hay que reconocerlo, resultan no sólo innecesarios sino vulgares y estúpidos; no deben preocuparnos mucho, pues están condenados a desaparecer. Los neologismos que se quedan son los que, como ningunear, son resultado de la inteligencia y de la sensibilidad de los hablantes, y no necesariamente de los más cultos, ya que con frecuencia es el pueblo el mejor inventor de palabras. Ése es el caso, creo yo, de ningunear.

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