Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
TODOS ESTAMOS DE acuerdo en que ni la lengua en general ni tal o cual palabra en particular pueden ser malas o buenas, decentes o indecentes. Tampoco el DRAE es una entidad moral que deba excluir, por sucia o perversa, tal o cual voz. Es sin duda la sociedad, no la lengua, la que convierte, sea por caso, en discriminadoras tales o cuales expresiones o palabras. A pesar de ello, o quizá precisamente por ello, algunos vocablos para muchos hablantes resultan verdaderamente antipáticos. En la lista de mexicanismos que me disgustan destaca el adjetivo naco. Ello no obsta para que en las líneas que siguen, intente pergeñar algunas observaciones en relación con su origen y su significado. Me servirá para ello comentar con algún detalle la definición que aparece en el DRAE.
        Hay dos artículos para naco en la vigésima segunda edición del DRAE (2001). El segundo es el que aquí interesa. Se explica que es un adjetivo que quizá procede de la voz totonaco y que en México significa indio o indígena. Es en esta reciente entrega cuando por primera vez se incluye este mexicanismo, a propuesta seguramente de la Academia Mexicana, que por aquellas fechas había enviado buen número de papeletas. Con el significado o bien de ‘andullo u hoja larga de tabaco arrollada’ o bien de ‘pedazo pequeño de tabaco negro’, naco viene apareciendo desde la edición manual e ilustrada de 1927 hasta la más reciente (2001) y en el Corpus diacrónico del español (Corde) hay documentación sudamericana de mediados del siglo XIX. Ignoro las razones que llevaron a las academias mexicana y española a proponer, como origen del mexicanismo naco, la voz totonaco. Probablemente habrán influido sus dos últimas sílabas. Desde fines del siglo XIX, por el contrario, se viene afirmando que procede del otomí, lengua en la que naco significa ‘cuñado’. Creo que, mientras no se ofrezcan mejores hipótesis puede apoyarse esa vieja propuesta.
        Pueden hallarse ciertamente otras opiniones. Por ejemplo, Juan Antonio Frago Gracia, en su imprescindible Historia del español de América (Madrid, 1999), alude al “arraigo en el español americano, con diferentes grados de generalidad, de otros muchos portuguesismos, entre ellos [...] naco, ‘cobarde’, ‘torpe’” (p. 153). Lamentablemente no proporciona ejemplos textuales. En las ediciones manuales e ilustradas del DRAE correspondientes a los años 1984 y 1989 se halla naco, con la acepción de ‘cobarde’, ‘afeminado’, consignada como propia del español de la América Central. En las entregas posteriores se suprime esta parte del artículo. Aclaro sin embargo que no pude encontrar en diccionarios portugueses la voz naco con este peculiar sentido. En esa lengua parece ser que naco significa primordialmente ‘trozo, pedazo’, vocablo y significado que ayudan a explicar el americanismo naco (‘andullo de tabaco’ o ‘trozo pequeño de tabaco’), documentado en varios dialectos del español sudamericano, quizá por influencia del portugués brasileño. Sin embargo no encontré evidencia de que, en portugués naco tenga o haya tenido significado cercano a aquel con el que se emplea hoy en el español mexicano.
         Ahora bien, por lo que respecta a la explicación del significado contenida en el DRAE de 2001, pienso que es incompleta y, además, que la acepción ahí explicada (‘indio, indígena’) no corresponde al sentido con el que hoy se emplea predominantemente el vocablo. Hasta donde pude averiguar, es Félix Ramos y Duarte, en su Diccionario de mejicanismos de 1895, el primer lexicógrafo que consigna la palabra. La explica como usual en Tlaxcala y la define con los siguientes términos: “Indio vestido de cotón azul, calzoncillos blancos i guaraches. Naco, en otomí, significa cuñado”. Esta definición es retomada años después por Francisco Santamaría, quien en su obra, del mismo título que la de Ramos, anota, en el artículo naco lo siguiente: “Del otomí, naco, cuñado. En Tlaxcala, indio de calzones blancos”. Transcribe en seguida unos versos de un corrido, tomados del libro de Vicente T. Mendoza El romance y el corrido: “¡Ay! puzco Simón Tiburcio, / si supieras que tus nacos / son carne rebelde y brava / y no muñecos de trapo”.
        Es muy importante sin embargo señalar que Santamaría añade un segundo significado: “En Guerrero llaman así a los indígenas nativos del Estado y, por extensión, al torpe, ignorante e iletrado”. Cita después un fragmento de una carta del senador Alfonso T. Nava, de 1944, en la que respondía una consulta suya: “Nacos llaman a los nativos y también a veces, en forma despectiva, a los impreparados, diciendo, por ejemplo: ‘tú eres naco’, dando a entender impreparado, tonto”. Opino que esta segunda acepción, con diferencias de matiz, es la que prevalece en el actual español mexicano. Me parece breve pero precisa la definición (segunda acepción) que proporciona el Diccionario del español usual en México (dirigido por Luis Fernando Lara): “Que es ignorante y torpe, que carece de educación”. Jesús Flores y Escalante, en su libro Morralla del caló mexicano, aclara: “Término despectivo usado por el mexicano. Ser naco es no estar in, en la onda”. Añade que también se refiere a la “persona que viste de mal gusto”.
        Que es ésta la acepción con la que suele emplearse hoy en México la voz naco parece comprobarse con los datos que arroja el Corpus de referencia del español actual (CREA). En ninguno de las 17 ocurrencias ahí registradas está empleada con el significado de ‘indio’. En todas tiene el sentido de ‘ignorante, torpe, sin educación’. La documentación más antigua (de Maruxa Vilalta) es apenas de 1981; las otras pertenecen a Carlos Fuentes, a Tomás Mojarro y a la prensa. Flores y Escalante, en la obra citada, cree que se trata de un “vocablo puesto en moda por el escritor José Agustín; antes lo manejó mucho el escritor Carlos Monsiváis”. Evidentemente, si nos atenemos al texto de la carta enviada a Santamaría por el senador Nava, la antigüedad de la voz, con el sentido de ‘ignorante’, es mucho mayor. De cualquier forma, en relación con el DRAE, convendría, anotar, como primera acepción del vocablo, la de ‘ignorante, torpe, sin educación’, y tal vez añadir, como anticuada, la acepción de ‘indio, indígena’.

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