Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
AUNQUE CAREZCA de una propuesta alternativa que ofrecer en relación con las denominaciones que suelen emplearse en nuestro país para referirse a cualquier entidad geográfica que no sea la ciudad capital, me interesa señalar algunas de las razones por las cuales no me parecen éstas acertadas. Ya en divisiones territoriales mexicanas de hace siglos aparecía el término de provincias interiores. Hoy hacemos uso, aisladamente, de alguno de los dos vocablos del mismo sintagma; así, se dice hoy que "la vida de provincia es más tranquila" o que "muchos habitantes de la ciudad de México proceden del interior de la República".
        Resulta curioso, me parece, advertir el carácter evidentemente imperial que se manifiesta en la voz provincia cuando se acude a su etimología. Las provincias del Imperio romano eran las regiones geográficas incorporadas a Roma mediante su conquista. Está claramente presente en la palabra el verbo vencer (vincere, en latín). Provincias eran, para Roma, los territorios vencidos; provincianos serían por tanto los ciudadanos vencidos, conquistados. No deja por ende de parecer profundamente ilógico que, en una perspectiva moderna de estados confederados, de los Estados Unidos Mexicanos —ése es el nombre oficial de nuestro país—, sigamos empleando designaciones anacrónicamente imperialistas. Téngase en cuenta, además, que en México, a diferencia de España por ejemplo, la voz provincia no tiene un valor más o menos oficial, heredado de antiguas divisiones territoriales (Provincia de Córdoba, Provincia de Salamanca, etc.), a pesar de lo cual se aplica aquí indistintamente a cualquier entidad geográfica (región, estado, ciudad, pueblo) que no sea la ciudad de México. Nótese de paso asimismo el innegable sentido peyorativo que, muy frecuentemente, acompaña al término provinciano, referido a personas.
        Es necesario empero reconocer que estos escrúpulos se pueden producir sólo mediante el conocimiento de la historia del vocablo. Desde un punto de vista sincrónico, el DRAE, acertadamente, se limita a decir que provincia es 'cada una de las grandes divisiones de un territorio o Estado, sujeta por lo común a una autoridad administrativa', definición que, como se ve, no es válida para el español mexicano, y que provinciano es el 'habitante de una provincia', tampoco aplicable al español de México, donde provincia se opone a ciudad capital (es decir que lo que no es capital es provincia) y provinciano a capitalino.
        Sobre el término interior para aludir a todo lo que no es la capital, basta señalar la obvia impropiedad de su empleo, pues interior, como señalan los diccionarios, significa algo 'que está en la parte de adentro', 'que está muy adentro'. Si lo anterior es cierto, resulta que la ciudad capital, México, es geográficamente interior, y no lo son tanto otras como Veracruz o Acapulco. Si se quiere justificar el empleo de este vocablo para designar a los estados de la República, sería necesaria una explicación semántica muy particular, que desde luego no aparece en los diccionarios generales. Véase, por lo contrario, que sí empleamos con propiedad las voces interior y exterior cuando nos referimos, por ejemplo, a política interior y exterior, Secretaría de Relaciones Exteriores, etcétera.

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