Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
PRONTO SE UNIFICARÁ, en los diversos países donde se habla portugués, la ortografía de esa importante lengua. Hasta ahora no son pocas las diferencias, por lo que corresponde a las reglas ortográficas, entre el portugués europeo y el americano. Después de varios años de largas reuniones y complicadas negociaciones, a principios de 2009 entró en vigor el unificador Acuerdo Ortográfico de la Lengua Portuguesa. En Brasil ya está vigente la nueva reglamentación; sin embargo, las dos versiones podrán convivir hasta el 31 de diciembre de 2012. Hace poco declaraba el culto ex presidente de Brasil Fernando Enrique Cardoso: “Tengo casi 80 años, he pasado por muchas grafías. Probablemente sigo cometiendo errores, porque fui alfabetizado de una manera y ahora se escribe de otra”. Se trata de un profesor universitario, autor de libros importantes; reconoce sin embargo sus limitaciones cuando se enfrenta a la escurridiza ortografía del portugués.
         Con las nuevas reglas se modificará la escritura de apenas un 0.5% de las voces de la lengua portuguesa. Los cambios, tendientes casi todos ellos a simplificar la ortografía, tienen que ver con supresiones de diéresis (ya no pingüim sino pinguim, no seqüestro sino sequestro...), de acentos en ciertos diptongos (ya no heróico sino heroico, no paranóia sino paranoia...), en algunos hiatos (no feiúra,feiura; no Sauípe,Sauipe...); o con eliminaciones del acento circunflejo de algunas vocales dobles (no lêem,leem; no vôo,voo...) y del acento diacrítico en ciertos casos (antes se distinguía pára [verbo] de para [preposición]: hoy, en los dos casos se escribe para). Algunas voces que no llevaban guión ahora lo tienen (no microondas sino micro-ondas, no teleeducaçao sino tele-educaçao...), otras que lo tenían, lo pierden (no anti-aéreo sino antiaéreo, no anti-semita sino antisemita, no dona-de-casa sino dona de casa...).
        Hay otras modificaciones que ya no ejemplifico porque me interesa detenerme en una de las razones, entre varias, que ha hecho particularmente largo y complicado este proceso de modificación. El acuerdo tuvo que darse y se dio entre gobiernos. Cualquiera puede imaginar las dificultades de toda índole a las que las diversas comisiones oficiales tuvieron que enfrentarse para llegar a una especie de pacto de unidad ortográfica. Son ocho los países del mundo que tienen el portugués como lengua oficial: Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Angola, Portugal, Timor Oriental, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe. Sin ser lengua oficial, el portugués se habla también en la región de Macao (China), en los estados indios de Goa, Damao y Diu, y en los territorios, también indios, de Dadrá y Nagar Aveli. La importancia del nuevo acuerdo ortográfico del portugués es, obviamente, política mejor que lingüística. Hasta este año 2009, el portugués era la única lengua occidental con dos ortografías oficiales: la brasileña, usada en Brasil, y la portuguesa, empleada en ese país europeo y en sus ex colonias africanas y asiáticas. Si se enviaba a Brasil un documento con la ortografía portuguesa, era considerado incorrecto y tenía que escribirse nuevamente con la grafía brasileña. Ahora, todo lo que se escriba en países donde se habla portugués podrá ser leído por todos los demás sin necesidad de adaptaciones.
        La ortografía no es otra cosa sino una convención social. Sus reglas no vienen programadas en el cerebro, como sucede con las de la lengua. Hay que estudiarlas, aprenderlas y, cuando hay cambios, volver a aprenderlas. Por tanto, los responsables de aprobar esas modificaciones deben ser sumamente cuidadosos para sólo promover cambios verdaderamente necesarios. No cabe duda de que las modificaciones de la ortografía portuguesa que acaban de aprobarse eran no sólo convenientes o útiles sino necesarias, pues suponían nada menos que la unidad en la manera de escribir una lengua hablada por millones de personas que, antes de esta reforma, la escribían de forma diferente, según pertenecieran a un país o a otro. Era un asunto de interés nacional y, por ende, los gobiernos, conjuntamente, emprendieron responsablemente la dificilísima tarea de ponerse de acuerdo. Y lo lograron, después de muchos esfuerzos. Hoy, finalmente, todos los que hablan portugués lo escriben de la misma forma. Se comunican mejor, indudablemente, y eso es lo que, en definitiva, importa.
        No son ocho sino más de veinte los países y Estados que tienen el español como lengua oficial (lo digan o no sus respectivas constituciones). En todos ellos se tienen las mismas reglas de ortografía y para establecerlas o modificarlas no intervienen en lo absoluto los gobiernos de esos Estados. Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, en todas partes donde se habla español es la Real Academia Española la que se viene encargando de redactar las reglas de la ortografía; yo creo, por otra parte, que con bastante éxito. Cuando, a lo largo del siglo XIX, se independizan de España los diversos países americanos, siguió siendo respetada, casi siempre, la autoridad de la Academia en asuntos ortográficos. No faltaron ciertamente algunos intentos de rebelión, en Argentina, en Chile... Fracasaron. A manera de capricho, hubo algún famoso escritor español, Premio Nobel, Juan Ramón Jiménez, que decidió publicar algunas de sus obras sin hacer caso a algunas reglas ortográficas académicas. Me parece que no deja de ser algo simplemente anecdótico.
        A partir de 1871 se establecen las diversas academias americanas. Siguió siendo responsabilidad exclusiva de la Real Academia española la redacción de las reglas ortográficas. Las academias americanas apoyaron siempre a la Española y fortalecieron, en lo que toca a la ortografía, su autoridad. En el año 1951, en México precisamente, se crea la Asociación de Academias de la Lengua Española. En los últimos años se ha venido intensificando la labor conjunta de las academias, bajo la presidencia y liderazgo de la Real Academia Española, y son muchos los proyectos en los que todas ellas participan. Buen ejemplo de ello es la revisión que hicieron del texto más reciente de la Ortografía de la Lengua Española (Espasa, Madrid, 1999). En la portada se sigue consignando que la autora es la Real Academia Española, pero ahí mismo se precisa que se trata de una “edición revisada por las Academias de la Lengua Española” y, en la contraportada, está la lista de todas ellas.
        Independiente de que la ortografía española tenga o no reglas lógicas, sensatas y relativamente sencillas —yo creo que sí las tiene— y de que además, como pocas, está muy cerca de la pronunciación de la lengua, gran virtud de todo sistema ortográfico, me parece que lo más destacable de la nuestra es que se trata de una ortografía única para todos los numerosos países que la tienen como lengua nacional u oficial, única para los casi 400 millones de hispanohablantes del mundo. Esta unidad, esencial e indispensable para la comunicación escrita, es la que debe a toda costa defenderse. Es éste el principal valor de la ortografía española. La edición de 1999 es, como toda obra humana, perfectible. Tuvo, en su momento, algunas reseñas bastante críticas. Entre las deficiencias que se le señalaban, puede mencionarse, por ejemplo, el que hay algunos pasajes donde se ofrece, mejor que una regla precisa y contundente, una cierta libertad para que el usuario decida por su cuenta si, por ejemplo, escribe o no el acento sobre ciertas voces. Verbigracia: 1) queda establecido que los monosílabos no llevan acento; 2) en el caso de la voz guion, ¿se considera monosílaba a pesar de que unos hablantes dicen guion y otros gui-on?; 3) la Ortografía establece, en principio, que guion es monosílaba, porque “se considera que no existe hiato —aunque la pronunciación así parezca indicarlo—, sino diptongo”; 4) por tanto, según esto, guion no debería llevar acento; sin embargo, sigue diciendo la Ortografía: “En este caso es admisible el acento gráfico, impuesto por las reglas de ortografía anteriores a estas, si quien escribe percibe nítidamente el hiato y, en consecuencia, considera bisílabas palabras como las mencionadas: fié, huí, riáis, guión, Sión, etc.” En resumen: puede escribirse guion o guión.
        Las academias están ahora ocupadas en la revisión de la Ortografía de 1999. Las modificaciones estarán orientadas, todas ellas, a fortalecer la unidad ortográfica y a simplificar aún más, en lo posible, algunas reglas. No se trata, de ninguna manera, de una modificación sustancial —como sucedió con el Acuerdo Ortográfico de la Lengua Portuguesa— sino de simples precisiones a las reglas que lo requieran, para facilitar su universal cumplimiento. Se tratará, por ejemplo, de corregir la redacción relativamente confusa de algunos pasajes, como el referido en el párrafo anterior. Termino esta nota reconociendo el buen trabajo de la Real Academia España, a lo largo de más de dos siglos, en lo que corresponde a la fijación de la ortografía de la lengua española. Las academias americanas se sumaron a este esfuerzo hace relativamente poco tiempo. Su colaboración, innecesario es decirlo, resulta indispensable en estos tiempos, habida cuenta de que la mayoría de los hispanohablantes del mundo vive en este lado del Atlántico. La unidad ortográfica es fundamental para la unidad lingüística. La unidad lingüística, por su parte, todos lo sabemos, es la base para la fortaleza de la lengua.

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