Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Las Academias de la Lengua Española han determinado revisar, en un futuro próximo, el texto de la Ortografía que publicaron en 1999. Aunque sin duda esa edición es mucho mejor que las anteriores normativas, la última de las cuales apareció como un capítulo en el Esbozo de la nueva gramática de la lengua española (1973), debe sin embargo someterse a minucioso análisis. Conviene corregir, por ejemplo, no pocos pasajes en que las reglas no están redactadas de manera clara y unívoca. Téngase en cuenta que es precisamente en la ortografía donde la labor normativa de las academias tiene mejor aplicación. En los hispanohablantes hay, además, la mejor disposición de acatar las reglas ortográficas emanadas del trabajo consensuado de las academias. Lo único que piden es que se les presenten reglas que todo mundo entienda de la misma manera y, por tanto, deben evitarse redacciones en las que se desfigura o desaparece el esencial aspecto normativo propio de todo ordenamiento, el ortográfico incluido. Uno de los capítulos de la Ortografía que deberá mejorarse sustancialmente en varios de sus apartados es el del empleo de las letras mayúsculas. En las líneas que siguen pondré un ejemplo elocuente de esta dificultad que tenemos los hispanohablantes para interpretar debidamente ciertas mal llamadas reglas (porque, en definitiva, no lo son) del empleo de las mayúsculas.
        El capítulo III de la Ortografía (1999) está dedicado al “Uso de las letras mayúsculas” y el apartado 3.5 de ese capítulo se refiere en particular a los “Empleos expresivos” de las letras mayúsculas, de donde tomo los siguientes fragmentos:

"En ocasiones el uso de las mayúsculas se debe a propósitos expresivos, como sucede en los casos siguientes: En los títulos, cargos y nombres de dignidad, como Rey, Papa [...]. Estas palabras se escribirán siempre con minúscula cuando acompañen al nombre propio de la persona o del lugar al que corresponden (ejemplos: el rey Felipe IV, el papa Juan Pablo II [...]) o cuando estén usados en sentido genérico (por ejemplo: El papa, el rey y el duque están sujetos a morir [...]. Sin embargo, pueden escribirse con mayúscula cuando no aparece expreso el nombre propio de la persona o del lugar y, por el contexto, los consideramos referidos a alguien a quien pretendemos destacar. Ejemplo: El Rey inaugurará la nueva biblioteca."
        Varias partes de esta regla son oscuras o poco claras. Se anota, por ejemplo, “Títulos, cargos y nombres de dignidad”; yo pregunto: ¿qué se entiende aquí por dignidad? La cuarta acepción en el DRAE es “cargo o empleo honorífico y de autoridad”. Por cierto, en ese mismo vocabulario, de honorífico sólo se dice “que da honor”. Hay necesidad de consultar el diccionario de Moliner para encontrar la acepción siguiente: “(Aplicado a un cargo o distinción). Tal que confiere honor pero no es retribuido”. ¿Así deberemos entender dignidad (cargo que confiere honor pero no es retribuido)? No lo creo, porque ello supondría que dignidades como la de presidente de un país (cargo retribuido) no entrarían en la regla.
        Una dignidad es también un cargo o empleo “de autoridad”. También aquí tendremos problemas para saber cuáles autoridades van con mayúscula y cuáles con minúscula. La primera acepción de autoridad es “poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho” y la cuarta dice “persona que ejerce o posee cualquier clase de autoridad”. Nadie duda de que en México, sea por caso, el presidente es una autoridad, pero ¿lo será también un secretario, un subsecretario, un oficial mayor, un jefe de departamento...? ¿Dónde hacemos el corte para saber cuáles autoridades van con mayúscula y cuáles con minúscula? ¿Cómo empleamos las mayúsculas o las minúsculas los mexicanos en estas circunstancias? Hice algunos sondeos en los documentos mexicanos del Corpus de referencia del español actual. Presento en seguida algunos resultados a manera de ejemplos ilustrativos del problema:
        Así, cuando la palabra presidente (de la frase el presidente) alude al presidente de México, se prefiere escribirla con minúscula (el presidente) en un 60% de los casos. La mayúscula del 40% de las ocurrencias (el Presidente) podría justificarse por la parte de la regla que dice que “pueden escribirse con mayúscula cuando no aparece expreso el nombre propio de la persona o del lugar y, por el contexto, los consideramos referidos a alguien a quien pretendemos destacar”. Ahora bien, la misma palabra en la frase (P)presidente de México va con mayúscula (Presidente de México) en un 60%. La regla transcrita arriba señala que estas palabras, como presidente, “se escribirán siempre con minúscula cuando acompañen al nombre propio de la persona o del lugar al que corresponden”. De acuerdo con la regla, por tanto, debería escribirse presidente de México. Más de la mitad de los mexicanos no cumple la regla. ¿Y qué pasa con los nombres de otras autoridades? Presento en seguida algunos resultados a manera de ejemplos ilustrativos:
        secretario de Hacienda: 70%
        Secretario de Educación: 14%
        secretario de Educación: 86%
        Subsecretario de...: 11%
        subsecretario de...: 89%
        Director General: 9%
        director general: 91%
        Oficial Mayor: 43%
        oficial mayor: 57%
        Varias observaciones pueden hacerse: hay una (en mi opinión) saludable tendencia al empleo de las minúsculas. En la imaginación de los hablantes (o escribientes) mexicanos hay cierta gradación de autoridades, incluso en el mismo nivel: hay más mayúsculas para el secretario de Hacienda que para el de Educación. Como era de esperarse, hay menos mayúsculas para los subsecretarios que para los secretarios y aún menos para los directores generales. Sin embargo para la autoridad llamada “oficial mayor” sube mucho el empleo de las mayúsculas (Oficial Mayor). Quizá oficial (con minúscula) les parece aludir a algo inferior a director (también con minúscula) y, para señalar que no se trata de cualquier oficial, sino de un oficial de alta dignidad, se tiende a escribir con mayúsculas (Oficial Mayor), mejor que con minúsculas (oficial mayor). Pueden buscarse, obviamente, muchas otras explicaciones.
        Los ejemplos transcritos nos permiten tener una idea del desorden que prevalece en el español de México en lo que toca al empleo de mayúsculas o minúsculas en este particular tipo de sustantivos. Como se ve, poco nos ayuda el “cumplimiento de la regla correspondiente”, por la simple razón de que no se trata de una regla en sentido estricto, desde el momento en que en alguna de sus partes dice que “pueden escribirse con mayúscula...” Si yo puedo escribir el Presidente, también puedo escribir el presidente. Ojalá en la futura redacción de esta regla se elimine este tipo de verbos (como poder), que poco ayudan para la toma de decisiones de los que escribimos en español. Ahora bien, ¿qué podría aconsejarse, habida cuenta de que hay dos opciones (mayúscula o minúscula)? Yo recomendaría el empleo de la minúscula siempre que no sea obligatoria la mayúscula. Ello nos permite no tener que tomar decisiones difíciles, como la que se explica en una parte de la “regla”, en la que se dice que puede emplearse mayúscula cuando el nombre lo consideramos referido a “alguien a quien pretendemos destacar”. Vuelvo a la pregunta: ¿dónde hacemos el corte de los cargos “destacables”? La respuesta, si la hay, será totalmente subjetiva. Si, por lo contrario, nos vamos por la minúscula, no quedaremos mal con nadie.

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