Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
En la más reciente edición (2001) del Diccionario académico, al verbo ejecutar se le asigna, como segunda acepción, el significado de 'ajusticiar'. Por su parte, el verbo ajusticiar, en el mismo diccionario, queda definido en los siguientes términos: "Dar muerte al reo condenado a ella". El sustantivo ejecución, como derivado del verbo, no es otra cosa sino la 'acción y efecto de ejecutar' a alguien. Dado que en México no existe la pena de muerte, no puede hablarse, en términos estrictos, de ejecuciones. En nuestro país, de conformidad con lo hasta aquí explicado, no se ejecuta a nadie. ¿No se ejecuta a nadie? Según lo que puede leerse en la prensa y oírse en radio y televisión, en México todos los días hay ejecuciones. Entre cientos de pasajes semejantes, que pueden hallarse en cualquier diario, elegí uno solo, particularmente interesante, porque se trata del texto oral de un general del ejército y comandante de una zona militar, cuando explicaba lo que había sucedido durante una balacera o tiroteo entre soldados y presuntos narcotraficantes: "En el momento del enfrentamiento, cruzaban por el lugar tres civiles, dos fueron ejecutados mientras que el tercero pudo salvar la vida".
Esas personas que tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada ciertamente no eran reos condenados a muerte, no fueron, por ende, ejecutados, aunque lo diga un general del ejército. Si quienes dispararon contra ellos lo hicieron con premeditación, para no hablar de una evidente alevosía, esas personas simplemente fueron asesinadas. Si no hubo premeditación, tal vez debería decirse que fueron muertas. Lo que no va en consonancia con el diccionario es decir que fueron ejecutadas o ajusticiadas, porque ningún tribunal las había condenado a muerte, pena que, por otra parte, como dije, no existe en México. Un paréntesis, relacionado con el enunciado fueron muertas: en voz pasiva el participio (irregular) de matar es muerto, y no matado (regular), que se emplea en los tiempos compuestos: ha matado, fue muerto, y no *fue matado; el enunciado ha muerto es una forma del verbo intransitivo morir, no del transitivo matar. Cierro el paréntesis. En el español mexicano de los últimos años, particularmente en la prensa, en la televisión, en la radio, los verbos matar y asesinar se sustituyen, casi sistemáticamente, por ejecutar. De conformidad con los datos mexicanos, muy limitados ciertamente, del Corpus de referencia del español actual, el primer registro del enunciado fue ejecutado por fue muerto es de 1996, en el Diario de Yucatán: "Un niño de siete años de edad fue ejecutado por 15 hombres armados que buscaban originalmente a su padre, a quien pretendían asesinar para saldar una polémica por drogas". Nótese en el texto, en cursivas, la alternancia sinonímica de ejecutar y asesinar.
Seguramente el empleo de ejecutar por matar en el español de México es anterior al año 1996. Lo que por ahora quiero destacar es que, en tiempos recientes, es notoriamente frecuente. Aunque con el enorme volumen de registros que se obtienen por la búsqueda en Google no pueden hacerse estadísticas confiables, baste señalar, como simple dato ilustrativo, que el enunciado fueron ejecutados, con el sentido de 'fueron muertos', se registra en las llamadas "páginas de México" cientos de miles de veces, y su frecuencia de aparición, aunque menor que la del enunciado fueron muertos, es mayor que la del enunciado fueron asesinados. Mucho menos frecuente en la prensa mexicana es el uso de ajusticiar con el sentido de matar o asesinar, aunque pueden hallarse registros fácilmente. Normalmente los que llevan a cabo las ejecuciones son sicarios ('asesinos asalariados'), latinismo este que aunque tuvo relativa vitalidad en autores del siglo xix, parecía haber caído en el olvido. Vuelve a aparecer, en el español general, en las últimas décadas del siglo pasado. Su resurgimiento en el español mexicano de estos últimos años, particularmente en la prensa, ha sido, lamentablemente, espectacular.
Podría pensarse que esta desmedida sustitución del verbo matar por ejecutar obedece a una velada intención, tal vez irónica, tal vez cínica, de legitimar o, si se quiere, de justificar o explicar el asesinato. Como si se quisiera decir que los asesinados, por una u otra razón, se lo merecían, por lo menos en opinión de aquellos que los mandaron matar. Por mi parte creo que para la sustitución puede haber razones más simples. Quizá se debió a que algún periodista o escritor, buscando cierta originalidad, y tratando de evitar la cansina repetición de la palabra matar o asesinar, la sustituyó indebidamente con el verbo ejecutar porque lo vio semánticamente próximo a matar y también tal vez porque le pareció, en comparación con verbos semejantes, por una parte, menos trillado y, por otra, más aséptico. Recuérdese que la segunda acepción de aséptico en el diccionario es la de 'neutral, frío, sin pasión'. Ese experimento de algún periodista fue exitoso y rápidamente se generalizó la sustitución. Así que, según mi elemental y facilona interpretación, un amante celoso mata o asesina, con pasión, con odio, a la mujer que lo engañó, no la ejecuta; sin embargo, esa mujer podría también ser ejecutada si el amante contratara para ello a un sicario que, fríamente y sin pasión, haría su trabajo. Tengo la impresión de que se están reservando los términos ejecutar y ejecución para los crímenes cometidos por sicarios, por asesinos asalariados.
Obviamente es en el ámbito del llamado narcotráfico donde más abundan los sicarios. A ello se debe que el uso de ejecutar por matar se identifique de inmediato con el vocabulario de ese tipo particular de delincuencia. El del narcotráfico es sin duda un léxico abundante que, además, crece día con día. Hace realmente muy poco que, por ejemplo, se incorporó en este vocabulario siniestro el vocablo levantón (de levantar: 'llevarse a alguien por la fuerza'). Un estudio sistemático de esta jerga resulta ya necesario. Ojalá que pronto esa multitud de voces pasen a formar parte del léxico histórico del español mexicano, del vocabulario de otras épocas. Ahora, por desgracia, es terriblemente actual.

Comparte este artículo

La publicación de este sitio electrónico es posible gracias al apoyo de:

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua