Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
POR MUCHO TIEMPO, en diarios y revistas, se invitó a todo el que pudiera pagar más de dos mil dólares a que celebrara la llegada del nuevo siglo y del nuevo milenio en algún lujoso hotel de Nueva York o -por una cantidad superior- en alguna remota isla del Pacífico, donde se decía que comenzaría, para nuestro atribulado mundo, esa nueva época. Esa costosa celebración, decían los anuncios, tendría lugar precisamente la noche del 31 de diciembre de 1999 y, sobre todo, el primer instante del 1º de enero del año 2000, cuando, según los organizadores de los viajes, concluía un decenio (el último del siglo XX), un siglo (el XX) y un milenio (el segundo); y daría comienzo un nuevo decenio (el primero del siglo XXI), un nuevo siglo (el XXI) y un nuevo milenio (el tercero de nuestra era).
        Ahora bien, hace tiempo, revisando en la Hemeroteca Nacional algunos ejemplares de diarios mexicanos del mes de diciembre de 1899, en uno de ellos me encontré con un interesante artículo en el que se discutía, con buenos argumentos, si el 31 de diciembre de ese año (1899) era el último del siglo XIX y, por ende, si el 1º de enero de 1900 sería el primer día del siglo XX o bien, si para ello habría que esperar al 31 de diciembre del mismo año (1900), como último del siglo XIX, y al primer día del año 1901, como inicio del siglo XX. El autor del artículo se inclinaba por esto último y daba para ello sus respetables razones.
        Como se ve, cien años después volvió a darse la interesante discusión sobre la fecha precisa del inicio del nuevo siglo y, en nuestro caso, del nuevo milenio. Porque son varios ya los editorialistas y, en general, los conversadores de café, que piensan que estuvieron equivocados los promotores de viajes y celebraciones programados para el 31 de diciembre de 1999; aducen todo tipo de argumentos para defender que tal celebración debía tener lugar el último día de diciembre del año 2000.
        Ahora bien, hace más o menos unos diez años publiqué en un diario capitalino una notita, que llamé "La década" y que, con ese mismo título, apareció poco tiempo después en mi libro Minucias del lenguaje (Fondo de Cultura Económica, México, 1992, pp. 236-237). Con la adición de algunos otros, resumo en seguida ciertos conceptos allí expresados. Primero véanse las definiciones académicas de los vocablos que se están empleando en la discusión. Década (o decenio): 'periodo de diez años referido a las decenas del siglo' (acepción cuarta); siglo: 'espacio de cien años' (primera acepción); milenio: 'periodo de mil años' (acepción única). Me parece que no hay problema alguno en las anteriores definiciones: todos estamos de acuerdo con ellas. La dificultad que origina las discusiones está en determinar precisamente cómo se cuentan -dónde comienzan y dónde terminan, calendáricamente hablando- esos diez, cien y mil años.
        Ciertamente en la cifra 2000 no aparece el dígito 9, que en la cifra 1999 está tres veces. Ello lleva a pensar, por una parte, que la cifra 1999, gracias a los tres dígitos 9, remite, por una parte, al último siglo del segundo milenio, por otra al último decenio del siglo XX y, finalmente, al último año del último decenio del siglo XX. Esta manera de pensar puede tener su explicación en que se cree que el dígito 9 es el último, el mayor de los números dígitos. En efecto, eso es absolutamente correcto. Sin embargo, debe tomarse muy en cuenta que el número dígito se define -según la Academia- de la siguiente manera: 'el que puede expresarse con un solo guarismo'; en la numeración decimal lo son los comprendidos desde el 0 al 9, ambos inclusive. El 10, por lo tanto, es una cifra de dos guarismos (1 y 0) pero no es un dígito. Una decena de números sucesivos que, como primero, comprendiera el 0, terminaría efectivamente en el 9.
        Ahora bien, cuando se impuso, como manera de contar los años, la llamada "era cristiana", es decir, cuando el cómputo del tiempo empieza a contarse por años desde el nacimiento de Cristo, al primero de esos años, es decir, precisamente al del nacimiento de Cristo, no se le denominó año cero sino año uno o primero. Las personas que nacieron unos meses después de Cristo, según este sistema, nacieron en el año primero de la era cristiana, no en el año cero de esa era. En la cuenta de los años, entonces, no hay año cero. Por lo tanto, el primer decenio de la era cristiana está constituido por los años que van del 1 al 10. El primer decenio termina con el último día del año 10. El segundo decenio de la era cristiana comienza con el primer día del año 11.
        Si parecen aceptables los anteriores razonamientos, se convendrá en que los que celebraron con gran solemnidad los primeros minutos del 1º de enero del 2000 se habrán dejado impresionar, sin duda, por esos tres ceros que aparecen en la cifra. En efecto, hay que aceptar que son impresionantes. Muy bien pueden celebrarse. Sin embargo, opino que no es en ese momento cuando comienza el siglo XXI. Por lo que acabo de explicar, creo que el 31 de diciembre del año 2000 es el último del último decenio del último siglo del segundo milenio; y que con el primer instante del 1º de enero del año 2001 comenzó el primer año del primer decenio del primer siglo del tercer milenio.

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