Tradicionalmente se les conoce como palabras comodín, palabras cliché, palabras baúl o comodines lingüísticos a los términos con significados generales que los hablantes utilizan en lugar de otros más específicos; por ejemplo, decir bicho para referirse a un gato. De acuerdo con Las palabras comodín: sobre cosas, cacharros, chismes y cachivaches, de Concha de la Hoz Fernández (2006, en La competencia pragmática y la enseñanza del español como lengua extranjera, Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones, pp. 396-401. Disponible en línea: https://t.ly/BtcYV), algunos autores califican el uso de las palabras comodín como pobreza léxica y desaconsejan su uso; dichas posturas son de carácter prescriptivo:
En el buen uso de las palabras hay que procurar huir, en la medida de lo posible, de ciertas voces «cliché», que suelen ser excesivamente polisémicas, por lo que resultan semánticamente descoloridas. [...] es aconsejable utilizar lo menos posible sustantivos como cosa, chisme, rollo, tema, chorrada, etc. que suelen emplearse como señal inequívoca de pobreza léxica o de excesiva laxitud en el uso del idioma (Gómez Torrego, El buen uso de las palabras, Madrid: Arco/Libros, 1992).
Si el comodín es la carta que encaja en cualquier juego, la palabra-comodín es aquel nombre, verbo o adjetivo, de sentido bastante genérico, que utilizamos cuando no se nos ocurre otra palabra más específica. Son palabras comodín las que sirven para todo, que se pueden utilizar siempre, pero que precisan poco o nada el significado de la frase. Si se abusa de ellas, empobrecen la prosa y la vacían de contenido (Cassany, La cocina de la escritura, Barcelona: Editorial Anagrama, 1995).
Sin embargo, Concha de la Hoz Fernández sostiene que el uso de las palabras comodín no es señal de pobreza léxica debido a que dan cuenta de una gran competencia comunicativa, pues estos términos no se usan de manera arbitraria, sino que aparecen sólo en ciertos contextos comunicativos. Esta misma idea la defiende Ewa Urbaniak:
(…) las llamadas palabra baúl (…) abarcan todo tipo de unidades cuyo sentido resulta tan amplio que puede acaparar conceptos bien distintos. No obstante, introducidos en los discursos no suelen producir grandes dificultades a la hora de decodificar el mensaje del enunciado: es la situación comunicativa y el contexto lingüístico que permiten la interpretación («El análisis pragmalingüístico de las palabras baúl: el caso del verbo "hacer"» en Linred: Lingüística en la Red, n. 14, Universidad de Alcalá, Área de Lingüística General, 2016).
Además, Ignacio Bosque en Sutileza frente a imprecisión. Sobre el significado de las llamadas palabras comodín (en Di Tullio, Ángela (ed.), Una guarida de palabras. Homenaje a Ivonne Bordelois, Buenos Aires, El Zorzal, 2019, 121-136. Disponible en línea: https://t.ly/qxGYt), señala que las palabras comodín poseen un significado preciso que el hablante conoce a la perfección, por lo que las considera voces específicas:
(…) las palabras comodín (…) están repletas de información y cargadas de connotaciones y de matices. Su versatilidad no es imprecisión, sino sutileza. Su aparente adaptabilidad no refleja vaguedad alguna en su significado, sino tan solo las dificultades que tenemos los hablantes para desentrañarlo hurgando en el interior de nuestra conciencia lingüística.
Por ejemplo, un cachivache no es lo mismo que una baratija, dado que, de acuerdo con el Diccionario del español de México, de El Colegio de México (2024; en línea: https://dem.colmex.mx), el primer término significa ‘utensilio, mueble, adorno, etc que se ha vuelto inútil o se ha guardado y olvidado’ y el segundo significa ‘objeto de poco valor y baja calidad’. De acuerdo con lo anterior, un objeto puede ser una baratija o un cachivache, la diferencia está en que una baratija es un objeto que se vende, se compra, se regala, etc.; por el otro lado, un cachivache es un objeto viejo que se desecha, se amontona, se almacena y está desordenado.
Finalmente, cabe añadir que la relación que existe entre las palabras comodín y los términos que se agrupan dentro de ellas no es de sinonimia, sino de hiperonimia e hiponimia. Un hiperónimo es una ‘palabra cuyo significado está incluido en el de otras’ y un hipónimo es una ‘palabra cuyo significado incluye el de otra’, es decir, el significado del hiperónimo es más amplio y el del hipónimo más específico; por ejemplo, mamífero es el hiperónimo de ballena (que es el hipónimo), en tanto que toda ballena es un mamífero, pero no todo mamífero es una ballena. Lo mismo sucede con las palabras comodín. Por ejemplo, la palabra cosa puede referirse a una maceta, a un lápiz, a un gorro, etcétera.; así, cosa es el hiperónimo de los hipónimos maceta, lápiz y gorro.