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LA PÉRDIDA DE LA MANSIÓN DORADA
Notas sobre un olvidado poema de Alfonso Reyes*
Alfonso Rangel Gue
Señor director de la Academia Mexicana de la Lengua,
don José G. Moreno de Alba;
señor secretario, don Gonzalo Celorio;
señoras académicas y señores académicos;
señoras y señores:
Una deuda moral me mueve a explicar, con estas palabras iniciales, el
tecedente del acto que hoy nos reúne. Don Manuel Alcalá, quien fu
en 1989 como secretario perpetuo de la Academia Mexicana de la Len
tuvo la amabilidad de dirigirme unas líneas, escritas el 9 de noviembr
ese año, para comunicarme que, a propuesta de don José Luis Mart
y por unanimidad de votos, la Academia me había designado, en se
celebrada el 28 de septiembre del citado año, miembro correspondie
con residencia en la ciudad de Monterrey. Como es natural, el acont
miento me produjo una gran satisfacción y me sentí muy honrado por
acuerdo, pero dudé de poseer los méritos suficientes para recibir tan
distinción; al mismo tiempo, tuve la certeza de que pronto habría opo
nidad de manifestar, al director y al secretario de la Academia, así co
todos sus miembros asistentes a aquella sesión, mi agradecimiento por
significativa deferencia a mi persona. Pero prevaleciendo en mí la apre
ción de no poseer los méritos ya mencionados, poco más tarde me info
de que los miembros correspondientes no tenían la obligación, a diferenci
los de número, de presentar discurso de admisión, circunstancia que
liberó de dicha obligatoriedad. En estas condiciones pensé que en el fu
podría acogerme a la decisión de realizar la citada comparecencia c
* Leído en la sesión pública solemne del 23 de abril de 2009, efectuada en el Centro de Cu
Casa Lamm.