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con acierto una enorme cantidad de documentos que con su pacienci
y agudeza características consultó don Silvio. El celebérrimo discurso d
doctor Zavala es hoy cita obligada en cualquier estudio serio sobre polític
lingüística, historia del español de América, castellanización, catequizació
planeación lingüística, etcétera.
Desde el siglo xvi se discutía si convenía que los indios en la Nueva Esp
ña aprendieran el español, si este ejercicio debería ser obligatorio o volunt
rio, si convendría mejor que conservaran su propia lengua y no aprendiera
ni emplearan el español, si era recomendable que asumieran como propi
tanto la castellana cuanto la materna prehispánica, etc. No debe escapárs
nos que,
mutatis mutandis
, esta discusión es hoy plenamente actual, no sól
como asunto histórico, sino como problema contemporáneo. Mientras l
monarcas españoles emitían periódicamente cédulas en que, en diversos t
nos, pedían a las autoridades civiles y religiosas de los dominios american
que enseñaran castellano a los indios, sobre todo para transmitirles en es
lengua la doctrina cristiana, cédulas que por diversas y obvias razones no s
cumplían, los misioneros optaban por aprender ellos algunas de las princ
pales lenguas indígenas que les servirían, por una parte, para catequizarl
y, por otra, para defenderlos, constituyéndose así en únicos intérpretes
intermediarios entre el conquistador y el conquistado. Tampoco faltaba
obviamente, los ordenamientos reales que obligaban a los frailes y clérigos
aprender lenguas indígenas.
Hermoso discurso el de don Silvio Zavala. En pocos textos eruditos com
en él puede verse tan armoniosa avenencia de dos disciplinas que debería
tener con mayor frecuencia una más estrecha relación. Me refiero a la li
güística y a la historia. Cuando estas dos formidables ciencias se entrelaza
con sabiduría, como en el texto del doctor Zavala, el resultado viene a s
un producto filológico en estado puro. Recuerdo que ese gran sabio que fu
Ramón Menéndez Pidal, príncipe de la filología española, insistía siempr
en que en la buena filología debían intervenir, necesariamente, en dosis cie
tamente distintas, tres disciplinas: la literatura, la historia y la lingüística.
En la celebración de estos primeros 100 años de vida de don Silvio
justo y necesario dejar claro que, aunque todos conocemos y reconocem