Page 243 - tomo35

Basic HTML Version

pierna– de parte de Venustiano Carranza y su comitiva o la de una de l
innumerables víctimas infantiles del bombardeo inmisericorde e indiscr
minado al que los rebeldes sometieron a la capital.
En una de las fotografías que registraron la entrada de Madero en l
ciudad de México, el primer plano está ocupado por niños. Tras su brev
periodo presidencial y luego de la rebelión iniciada en su contra el 9 de f
brero de 1913, Madero hace una segunda cabalgata histórica, de Chapult
pec al Palacio Nacional. El cuadro que pintó M. R. Hernández cuatro añ
después de los hechos tiene una peculiaridad: el que parece realmente niñ
es Madero, con esa alegría ingenuamente infantil que le causó adhesion
y traiciones, mientras que los niños que lo acompañan son inverosímile
particularmente el voceador rubio y de corbata que ofrece
El Imparcia
Por fortuna para la historia, existe una fotografía que da testimonio d
esa marcha del presidente: entre los soldados leales y los civiles que se ha
mantenido del lado de la legalidad, un grupo de niños de la calle pasa s
impredecible, inevitable, insustituible lista de presente.
Nosotros dejamos la infancia. Pero la infancia no nos deja. ¿Cuándo s
deja de ser niño?
Niños héroes
denomina nuestro panteón heroico a qui
nes, apenas después de la pubertad, pasaron nominalmente a la Histori
como defensores de la dignidad nacional ante el desinterés y la imperici
de su general-presidente. Sin embargo, tanto la historia oficial como la qu
cotidianamente escriben con sus actos los niños mexicanos, están llenas d
acciones épicas que no ocuparán los titulares del periódico ni obtendrá
el aplauso que merecen. Todo niño es un héroe desde el instante en qu
enfrenta el mundo.
La infancia es una historia breve, pero larga por el dramático acontec
de sus etapas, desde el momento de la gestación hasta la frontera en la qu
el vello, la voz y una forma inédita del ansia traicionan al ángel que hem
sido. Niños en comunión con el paisaje, inconscientes de una soledad e
la que el mundo se ofrece inédito, rotundo, inexplorado. Niños que desc
bren el vértigo de su propio cuerpo. Niños que en su desnudez nos regresa
a un paraíso perdido, al dramático y hondo accidente de un país descob
jado o de primavera inmortal, cuyos pequeños léperos, cuyos orgullos