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ALGUNAS NOTAS PARA SITUAR EL AMOR
EN LA POESÍA Y EN LOS ENSAYOS DE OCTAVIO PAZ*
Adolfo Castañón
I
La vida y la obra de Octavio Paz están marcadas por la experiencia de la
so­ledad y la del amor. Como poeta y como ensayista, la interrogación en
tor­no al amor y al Eros, su celebración en torno a esa experiencia mayor
lo ha acompañado como una epifanía toda su vida. Su primer libro,
Raíz
del hombre
(1937), alude directamente a la novela de D. H. Lawrence. “La
raíz del hombre” son los testículos; “Lady Jane” es el nombre íntimo que
Mellors y Constanza le dan a la vagina; el nombre del pene es “John To­
mas”. Como dice Sheridan en una nota al libro (de circulación restringida
a bibliotecas) de Efraín Huerta,
Aurora roja. Crónicas periodísticas juveniles
en tiempos de Lázaro Cárdenas.
Por cierto, aquel joven Efraín Huerta sería
también un peregrino en el reino del amor, como muestra la desgarradura
de sus poemas tempranos.
A los 20 años, en 1934, Octavio Paz leyó
El amante de
Lady Chatterley
de D. H. Lawrence y diría tiempo después, en 1990, a los 76 años, en “Los
amantes de Lady Chatterley”:
me causó una impresión profunda. Leí sus obras con entusiasmo o, más exac­
tamente, con esa pasión ávida y encarnizada que sólo se tiene en la juventud
[…] Con poderosa fantasía, ayudado por sus finísimos sentidos […], adivinó y
recreó la dimensión mítica del paisaje mexicano, abrupta geografía que escon­
de en cada cráter extinto y en cada abismo verde una potencia sobrenatural.
Lawrence tenía el don poético por excelencia: transfigurar aquello de que ha­
blaba. Así logró lo que otros novelistas mexicanos y extranjeros no han conse­
* Leído en la sesión ordinaria del 9 de octubre de 2008.