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VI
Empecé estas líneas señalando que, en mi caso, la medicina y la melomanía
no tenían conexión alguna, y las escribí para documentarlo. Sin embargo,
ahora que las termino, ya no estoy tan seguro. La música ha formado parte
tan intrínseca de mí mismo a lo largo de toda mi vida que considero casi
imposible que no haya influido, de alguna oscura e indescifrable manera, en
mi desarrollo como profesionista de la medicina. Debe tomarse en cuenta
que como melómano viejo soy más bien conservador: tengo problemas con
algunos músicos contemporáneos, a los que de plano no entiendo. Por otro
lado, como médico también pertenezco a una estirpe poco común, porque
soy profesor e investigador, lo que casi me excluye del contacto directo con
pacientes individuales (pero no de la posibilidad de influir en su salud y en
su bienestar, tanto personal como colectivo). Mi melomanía, ¿habrá deter­
minado mi preferencia por una carrera profesional académica, docente y de
investigación científica? ¿Es el amor a la música clásica una característica,
genética o adquirida, que favorece en forma simultánea la preferencia por
actividades teóricas y de exploración experimental, crítica y analítica, de la
naturaleza? No lo sé, pero de alguna nebulosa manera me imagino que, por
lo menos en mi caso, así pudo haber sido.
medicina y melomanía