Page 175 - tomo34

Basic HTML Version

JULIO CORTÁZAR, LECTOR*
Gonzalo Celorio
Debo a mi amigo Jesús Marchamalo la oportunidad de conocer la biblio­
teca personal de Julio Cortázar, integrada por los poco más de 4 000 volú­
menes que el escritor argentino tenía en su departamento de la Rue Martel
número 10, París, cuando murió el 12 de febrero de 1984, y que fue do­
nada por Aurora Bernárdez, su viuda y legataria universal, a la Fundación
Juan March de Madrid.
Coleccionista de libros raros o curiosos, escudriñador de subrayados,
dedicatorias y anotaciones marginales, rastreador de bibliotecas perdidas
y escritor de libros sobre libros, Marchamalo es un asiduo visitante de la
biblioteca de la Fundación y ha pasado incontables horas husmeando los
volúmenes de Cortázar, en los que las huellas de la lectura participativa y
dialógica de su propietario han quedado notoriamente registradas. Para dar
a conocer el contenido de ese fondo, escribió un par de artículos alusivos
e hizo la curaduría de una exposición que muestra algunos ejemplares que
con­sideró particularmente valiosos, ya por los comentarios al margen de
que Cor­tázar escribió en ellos de su puño y letra, ya por las dedicatorias
autógrafas de sus autores.
Guiado por Marchamalo, recorrí las estanterías del acervo y tuve una
primera aproximación a un Cortázar eminentemente lector que, sin mi­
ramientos de ninguna especie, como conviene a los cronopios, subraya,
marca, tacha, anota, comenta los libros que lee armado de un lápiz o de un
bolígrafo cualquiera de tinta azul, verde o roja. Habla de tú a tú con sus
autores, generalmente en español, pero también en francés o en inglés, se­
gún el caso. Discute con ellos, señala sus coincidencias y sus discrepancias,
manifiesta su emoción, su admiración o su enfado, los alaba, los interroga,
los increpa o los abandona y, con un rigor insospechado, acaso más propio
* Leído en la sesión ordinaria del 28 de agosto de 2008.
[177]