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UN ACTO DE FE*
Víctor Hugo Rascón Banda
Señor director de la Academia Mexicana de la Lengua,
don José Moreno de Alba; señores académicos;
señores invitados, amigos y amigas:
Un día, hace 50 años, en un pueblo minero fantasma de la Barranca del
Cobre, en el corazón de la Sierra Tarahumara, un niño le preguntó a su
ma­dre: “¿Quién hace las palabras?” “Dios”, le respondió ella, y le recordó la
frase bíblica “En el principio fue el Verbo”. El niño no quedó conforme. Al
llegar al tercer año de primaria le preguntó a su maestra Socorro: “¿Quién
hace las palabras? ¿Quién decide si llevan hache o acento, si van con
b
grande o con
v
chica?”
La maestra sonrió, le mostró la primera página de un diccionario y le
respondió: “Los académicos deciden todo”.
En el sexto año, llegó a la región el inspector escolar y, después de exami­
nar al grupo, preguntó a cada niño, qué quería ser de grande. Uno respon­
dió “Maestro”, otro, “Aviador”, otro, “Obispo”, dos “Presidentes municipa­
les”, varios respondieron que “Braceros” y el niño aquel respondió: “Quiero
ser académico”. Hubo un silencio y luego una carcajada general.
El inspector se acercó al niño y le preguntó si sabía qué era eso, y el niño
le respondió: “Son los señores que cuidan las palabras”. “Pues tendrás que
investigar cómo y dónde se estudia esa carrera y cómo se obtiene el título.”
Pasan los años y el niño olvidó su aspiración y se convirtió en maestro
normalista, luego maestro en Lengua y Literatura Españolas y, como los
sueldos de los maestros eran y siguen siendo de hambre, decidió estudiar
leyes para ser abogado, porque desde niño observó cómo sus abuelos jueces
*
Leído en la sesión pública solemne del 26 de junio de 2008, efectuada en el Teatro Julio Cas­
tillo, a las 19:00 horas.