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gonzalo celorio
de los famas que de un cronopio de su estatura, corrige implacablemente
cada una de las erratas, aun las más insignificantes, que le salen al paso.
No sólo por el fetichismo que solemos tener sus lectores de la primera
hornada, sino por el genuino interés en conocer la apreciación inmediata
de Cortázar sobre algunas obras afines a la suya o a las cuales posteriormen­
te se referiría en sus ensayos literarios, regresé varias veces por mi propia
cuenta a la Fundación Juan March. Las bibliotecarias que custodian el acer­
vo me dieron a conocer un valioso artículo de Blanca Berasátegui que da
noticia de algunos de los libros más interesantes del fondo y que se convir­
tió en mi segunda guía.
El fondo “Julio Cortázar” está dividido en dos secciones: la de los libros
de arte, que es la menos numerosa, aunque muchos de los ejemplares son de
gran formato y ocupan mucho espacio, y la de obras literarias, que es la
más extensa y, sin duda, la más interesante. Está organizada esta última por
orden alfabético de autores, sin importar lenguas, épocas ni géneros litera­
rios. Como si se tratara de un “cadáver exquisito” de los juegos surrealistas,
la arbitrariedad del abecedario hace vecinos a escritores y obras que no
acostumbran frecuentarse para tomar café y pasar la tarde juntos: Alberti
y Apollinaire, Bioy Casares y William Blake, Dickens y el
Dictionaire En-
cyclopedique Quillet
, Navokov y Neruda, Juan Rulfo y Pedro Salinas. Casi
todos los libros están en sus lenguas originales, cuando se trata de español,
francés e inglés; cuando no –los clásicos grecolatinos, la literatura rusa, ale­
mana o japonesa–, están traducidos a alguna de estas lenguas. Aunque los
clásicos, sobre todo los castellanos, asoman sus lomos aquí y allá y dejan ver
las marcas de una lectura concienzuda, la gran mayoría de los volúmenes
pertenece a la literatura moderna de los siglos xix y xx. Están presentes los
grandes novelistas –Dostoievski, Gorki, Dickens, Fitzgerald, Lewis Carroll,
Kafka, Faulkner, Joyce, Broch, Musil, Yourcenar, Italo Calvino, Rulfo, Le­
zama Lima, Onetti, Fuentes– y los grandes cuentistas –Poe, Chéjov, Borges,
Monterroso–, pero la biblioteca es considerablemente más rica en el género
de la poesía lírica que en el de la narrativa: Hölderlin, Rilke, Whitman,
Graves, por supuesto Keats, todos los poetas malditos y surrealistas fran­
ceses (Apollinaire, Aragon, Artaud, Baudelaire, Jarry, Mallarmé, Nerval,
Rimbaud, Supervielle, Valery) y, de nuestra lengua, García Lorca, Alberti,